sábado, 21 de noviembre de 2020

"Conmigo lo hicisteis" (Mt 25, 31-46). Cristo, Rey del Universo y de la Historia

 


Hace casi un siglo, cuando en Europa se extendían y ganaban poder los movimientos totalitarios que desatarían los peores horrores del sigo XX, el Papa Pío XI instituyó la fiesta de Cristo Rey, con un llamamiento a que el mundo acogiese los valores del Evangelio "ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectitud de costumbres" (encíclica Quas Primas). 

La fiesta de hoy, que da culminación al año litúrgico, nos habla de esperanza: Dios está presente en la historia, y la conducirá hacia Sí. Puede que nos cueste entender cómo es eso, porque Dios no "mueve los hilos del mundo" como un teatro de marionetas: Él nos ha creado libres y respeta nuestra libertad. Pero tantas personas que, a lo largo de los siglos, se han dejado inspirar por Dios y han ayudado a reorientar los pasos de la humanidad, son un indicio de que nuestra historia no es un barco a la deriva, sino que Dios acompaña la historia y nos guiará. 

El Evangelio y la liturgia de hoy nos habla del final de la historia ("Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre..."), con unas claves que vale la pena meditar: 
- por una parte, une la figura del rey ("su reino no tendrá fin" afirmamos en el Credo) con la del pastor, que cuida de su rebaño con solicitud y ternura (Ez 34, 11-12.5-17: "buscaré las ovejas perdidas, vendaré a las heridas...") 
- además, el juicio final se basa en la misericordia, y en él se revela un dato sorprendente: en el necesitado (el hambriento, el inmigrante -forastero-, el enfermo, el preso...) está presente el mismo Cristo al que hoy veneramos como rey. Esto trae ese juicio a nuestro presente: nuestra forma de comportarnos con los necesitados que encontramos en nuestro camino, es la que nos introduce en el reino de Cristo (reino de misericordia, de paz, de verdadera vida humana), o nos alejan de Él. 

"A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado" (San Juan de la Cruz, Dichos de Luz y Amor, 60)







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