Señor, me da
miedo lo desconocido,
me veo
insignificante y débil,
pero me fío
de Ti, que me amas
y has
querido contar conmigo
para llegar
al corazón de otros.
Aquí estoy, envíame.
Tú me
muestras la Iglesia entera,
mucho más
allá de lo que alcanzo a ver.
Señor,
quiero ayudar a que tu Evangelio
siga sanando
la dignidad herida
de tantas
personas en el mundo.
Aquí estoy, envíame.
Tú puedes
hacer de mí
un cristal
que te transparente
ante quienes
no te conocen,
ante quienes
sufren la injusticia,
el dolor, la
enfermedad, la pobreza,
el hambre de
pan, el hambre de Vida.
Aquí estoy, envíame.
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