lunes, 29 de junio de 2020

sábado, 27 de junio de 2020

El que pierda su vida por mí la encontrará (Mt 10, 37-42)


Jesús habla con expresiones de su cultura, que gustaban de contraposiciones y comparaciones. Por eso usa estas comparaciones para decir que hemos poner a Dios en el centro de nuestra vida (amar a Dios sobre todas as cosas). No es que el amor a Dios sea rival del amor a los padres o los hijos. De hecho, el amor a Dios se realiza en el amor al prójimo, y esto empezando por la familia. Las cartas apostólicas vuelven varias veces sobre la importancia de vivir el amor en la familia, y, en otro lugar del Evangelio, Jesús critica a los que desatienden a sus padres para hacer ofrendas al templo. 

Cuando ponemos a Dios en el centro, vamos descubriendo que su amor no es rival de otros amores. Lo que sí hace es ordenarlos, purificarlos. Porque también "hay amores que matan", amores que se vuelven tóxicos, por ser posesivos, manipuladores, agobiantes..., por ir muy mezclados con la búsqueda de uno mismo. Por eso Jesús también habla aquí de cruz, y de estar dispuestos a perder la vida. De la mano de Jesús, aprendemos el amor verdadero, que es entrega, y tiene capacidad de asumir, de forma constructiva, las contradicciones y sufrimientos de la vida. 

Tomar nuestra cruz (la cruz real y concreta que nos toca); y estar dispuestos, si es necesario, a perder, es el camino para descubrir, con Jesús, la vida verdadera. Esta propuesta choca con nuestra cultura, que ha puesto el éxito por encima de todo, y nos instala en el confort. Es un camino exigente. Para animarnos, Jesús nos dice también que cada paso que damos en esta dirección (acoger, dar desinteresadamente...) tendrá su recompensa, dará fruto. 

Sólo amor es el que da valor a todas las cosas, y que sea tan grande que ninguna le estorbe a amar, es lo más necesario” (Teresa de Jesús, Exclamaciones, 5,2)



domingo, 21 de junio de 2020

Retomamos la Adoración Eucarística


En esta semana que entra, retomamos la Adoración Eucarística. 

Tendremos este espacio de oración, con exposición del Santísimo, desde las 18:30 hasta las 19:30 h. todos los jueves. 

sábado, 20 de junio de 2020

"No tengáis miedo" (Mt 10, 26-33)


Por tres veces repite Jesús estas palabras: "No tengáis miedo", que, en otros pasajes, se convierte en su saludo. No tengáis miedo a los hombres, a los que sólo pueden matar el cuerpo...

"No tengáis miedo". Porque, cuando el miedo y la desconfianza nos dominan, van destruyendo todo. Eso es lo verdaderamente temible, eso es lo que hemos de evitar: las dinámicas de muerte (la pasividad, el egoísmo, la desconfianza, el resentimiento...) que proceden del miedo y pueden "matarnos por dentro".

Tal vez sea inevitable sentir miedo. Nuestros temores (cada cual tiene los suyos) tienen raíces profundas, y afloran aunque no queramos. La mejor manera de enfrentarlos no es negarlos, sino reconocerlos. 
Pero podemos evitar que el miedo nos gobierne. Y a eso nos invita Jesús. Podemos elegir la confianza. Y tenemos motivos para ello: Dios nos conoce ("hasta los cabellos tenéis contados") y somos preciosos a sus ojos (tanto, que ha entregado a su Hijo por cada uno de nosotros). 

"La confianza, y nada más que la confianza, puede conducirnos al amor”. (Teresa de Lisieux)

"Confío" (Ixcís)

Lecturas de hoy: https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy

domingo, 14 de junio de 2020

CORPUS CHRISTI
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

La Beata ana de San Bartolomé (1549-1626) escribió ya al final de sus días:
«El segundo día de abril de este año de 1626 me despertó Nuestro Señor y me mandó que comulgase como las otras, que él me daría la vida y la salud. Y esto fue que había estado el día antes con mucha pena por no haber comulgado muchos días había a causa de las flaquezas que pasaba después de la postrera enfermedad; y así desde entonces comulgaba casi cada día levantándome a las tres y a las cuatro de la mañana y estando toda la noche con aquellos deseos, que no podía sosegar» Relaciones de Gracias II, 16


   Durante su vida, ya apenas salida de la infancia, había tenido abundantes gracias místicas: visiones interiores de la Humanidad de Cristo, mensajes, intuiciones, profecías sobre el futuro que recibió y se cumplieron... Sin embargo, el último regalo que le hizo Jesucristo fue poder comulgar cada día.
   El clima frío y húmedo de Amberes había debilitado su organismo de 76 años, y no podía levantarse a la hora de la Santa Misa. Se quedó sin comulgar casi toda la Cuaresma. Por otra parte, hasta la segunda mitad del siglo XX no se celebraban Misas por la tarde, y hasta principios del siglo XX no se llevaba la comunión a los enfermos que no estaban totalmente imposibilitados por veintiún días... Ella, con sus achaques, pero sin estar inválida, se veía sin poder comulgar.

   Jesucristo atendió a su dolor y le dio salud para poder levantarde cada día a comulgar, en un clima espiritual de gran fervor eucarístico.
   Fue el último y mayor don de Jesucristo a esta esposa contemplativa de su corazón: más que cualquier revelación o cualquiere visión... Nada hay más grande que la Eucaristía, pues es Dios entero, sustancial y vivo que viene a nuestra pequeñez llenándonos de su Amor.

sábado, 13 de junio de 2020

La Eucaristía, fuente de la vida cristiana


San Juan de la Cruz canta a la Eucaristía y la Trinidad en el poema de la Fonte

La Fonte (Jésed) 


Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por la fe

                ¡Que bien sé yo la fonte que mana y corre:
                               aunque es de noche!

                   Aquella eterna fonte está escondida
                que bien sé yo do tiene su manida,
                               aunque es de noche.

                   Su origen no lo sé, pues no le tiene
                mas sé que todo origen della viene,
                               aunque es de noche.

                   Sé que no puede ser cosa tan bella
                y que cielos y tierra beben della,
                               aunque es de noche.

                   Bien sé que suelo en ella no se halla
                y que ninguno puede vadealla,
                               aunque es de noche.

                   Su claridad nunca es oscurecida
                y sé que toda luz de ella es venida,
                               aunque es de noche.

                   Sé ser tan caudalosos sus corrientes,
                que infiernos, cielos riegan y las gentes,
                               aunque es de noche.

                   El corriente que nace de esta fuente
                bien sé que es tan capaz y omnipotente,
                               aunque es de noche.

                   El corriente que de estas dos procede
                sé que ninguna de ellas le precede,
                               aunque es de noche.

                   Aquesta eterna fonte está escondida
                en este vivo pan por darnos vida,
                               aunque es de noche.

       Aquí se está llamando a las criaturas
                y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,
                               porque es de noche.

                   Aquesta viva fuente que deseo
                en este pan de vida yo la veo,
                               aunque es de noche.


El pan vivo (Jn 6, 51-58)


La fiesta del Corpus Christi nos invita a tomar conciencia de lo que implica la Eucaristía, fuente de la vida cristiana.

En ella nos acercamos a Cristo, que se hace nuestro alimento espiritual. Para asimilar su entrega, su actitud de servicio, su experiencia del amor del Padre, sus enseñanzas. Para que ellas nutran y construyan nuestra personalidad, nuestras actitudes, nuestra vida.

Por eso, la celebración de hoy integra el día de la Caridad. El otro lado de la mesa eucarística es la acción solidaria de la Iglesia. Compartir esta mesa del Señor nos lleva a compartir lo que somos y tenemos, a acoger a todos y ayudarles a construir su vida.

Cáritas 2020: salir de esta situación y construir una sociedad más humana

Lecturas de hoy: https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy

domingo, 7 de junio de 2020

Elevación a la Trinidad (Isabel de la Trinidad)



¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.

¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria amarte... hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.

¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, «cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todas tus complacencias.

¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

Santa Isabel de la Trinidad, (1880-1906) [Dijon, 21 de noviembre de 1904]

sábado, 6 de junio de 2020

"Tanto amó Dios al mundo" (Jn 3, 16-18)


Al hablar de la Trinidad, con frecuencia se ha subrayado su carácter misterioso, que desborda nuestra capacidad de comprender. Y, ciertamente, Dios es un misterio que no cabe en nuestras ideas. Acercarnos a Él nos llama, siempre, a abrir la mente y el corazón a algo más grande. 

Sin embargo, esto no debe llevarnos a pensar en un Dios "incomprensible", alejado de nosotros. Por el contrario, hablamos de Dios-Trinidad porque Él se ha revelado, y lo ha hecho acercándose a nosotros:

Se ha acercado a nosotros el Hijo, Jesús, que se revela como Hijo de Dios porque vence a la muerte, y a todo lo que de muerte hay en nosotros. Y Él nos habla del Padre y del Espíritu.

Se acerca a nosotros el Espíritu Santo, que conecta con el corazón de cada uno de nosotros y nos hace capaces de comprender y vivir la palabra de Jesús, de sentir su presencia, de confiar en el Padre. 

Jesucristo y el Espíritu Santo nos ayudan a descubrir al Padre, siempre cercano, y apoyarnos en él. 

Al celebrar la Trinidad, celebramos a Dios cercano a nosotros. Y a cultivar nuestra relación personal con Él: a acoger en nuestro corazón el Espíritu, ser amigos y seguidores del Hijo, vivir como hijos del Padre. 

Canto a la Santísima Trinidad 

Lecturas de hoy: https://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/hoy

  La parábola que hoy escuchamos es considerada el “corazón” del Evangelio de S. Lucas. Y se plantea también en un contexto central. El hech...