sábado, 13 de diciembre de 2025

“¿Eres tú el que ha de venir…?” (Mt 11, 2-11)

 

El tercer domingo, de Gaudete, nos invita a descubrir otra dimensión de la esperanza: la alegría. Alegría porque no estamos solos en el camino de la vida, porque Dios mantiene su fidelidad perpetuamente (Salmo 145), y viene a salvarnos. Frente a la tentación de la queja (de la que nos advierte Santiago), nos invita a una mirada capaz de descubrir signos de la presencia de Dios, que abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan, liberta a los cautivos, hace justicia a los oprimidos…”.

Dios realiza, cumple lo anunciado por los profetas. Y su actuar va más allá, sorprendiéndonos. En el Evangelio, Jesús confirma la figura y la misión de Juan. A la vez (y en aquél mundo en que el más antiguo, el mayor, era considerado el más importante) señala que Él, (menor en edad) y la palabra que trae, son más grandes. Y su actuar sorprende al mismo Juan. Juan anunciaba al Mesías como un juez riguroso (“todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” Mt 3,10), y Jesús viene con sencillez y misericordia.

Se nos invita a mantener la capacidad de sorpresa, a no aferrarnos a nuestras expectativas, nuestros prejuicios. Esperar es también abrirse a lo inesperado, a Aquél que abre caminos nuevos, y no cabe en nuestros esquemas y nuestros cálculos.

El Carmelo, hoy, celebra a S. Juan de la Cruz, en el tercer centenario de su canonización y el primero de su doctorado. Juan de la Cruz nos habla de la esperanza, junto a la fe y el amor, como actitudes fundamentales para llegar a Dios. Y, frente a nuestra tendencia a acumular (bienes, experiencias, seguridades…) nos dice que estas virtudes teologales en clave de vaciamiento, para hacer espacio en nuestra vida y en nuestro corazón a Dios. Porque Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso” (Subida del Monte Carmelo, II, 21, 2), y “Para ir a donde no sabes, has de ir por donde no sabes… has de ir por donde no posees”.

Él nos invita a acoger a Dios que asume nuestra realidad, y nos trae su alegría, don suyo. Así cantaba él la Encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios, como desposorio entre Dios y la humanidad:

Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,

(…)
Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
300. que entre tales dos había.
Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.
305. Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía.

(Romance sobre la Encarnación del Verbo)


No hay comentarios:

Publicar un comentario

  El tercer domingo, de Gaudete , nos invita a descubrir otra dimensión de la esperanza: la alegría. Alegría porque no estamos solos en el c...