domingo, 18 de mayo de 2025

“Como yo os he amado, amos también unos a otros” (Jn 13, 31-35)

 

El Evangelio nos sitúa en la Última Cena. Al salir Judas del Cenáculo para preparar el arresto de Jesús, comienza la Pasión. En ella, se manifiesta la gloria de Dios. En la entrega de Jesús por nosotros se manifiesta el amor de Dios que nos salva, asumiendo y redimiendo el dolor de nuestro mundo.

Jesús sabe que le queda poco tiempo, y abre a sus discípulos su corazón (el término “hijitos” indica ese tono entrañable). Nos transmite lo esencial. Así nos da el “mandamiento nuevo: que os améis unos a otros”

Ya el Levítico mandaba “amarás al prójimo como a ti mismo” (19, 18). El mandamiento de Jesús es nuevo por su referencia a Jesús. Es la Nueva Ley de Jesús, que no consiste en cumplir normas, sino en amar, guiados por el Espíritu Santo. Amar como Jesús es precisamente, lo que nos introduce en la Vida Nueva que Él nos ofrece. Y anuncia (y empieza a hacer realidad) el cielo y la tierra nuevos de que nos habla hoy el Apocalipsis (21,1).

Este mandamiento es, sobre todo, un don (por eso dice Jesús “Os doy”). Es el legado de Jesús. Así es como lo seguimos, y nos introducimos en su amistad. Así dirá Jesús: “Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando” (Jn 15,1), que no consiste en “cumplir órdenes”, sino, precisamente, en vivir en este amor. El amor a Cristo se forja en el amor al hermano, que construye la comunidad (1 Jn 4, 7-13), comunidad en la que Él se hace presente (Mateo 18,20: “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos”). Este amor nos identifica con Jesús, como discípulos suyos. De hecho, el amor fraterno de las primeras comunidades interpelaba a la gente en el mundo antiguo, y llevó a muchos a Jesús.

Como yo os he amado”: el amor de Jesús es nuestro modelo y también nuestra fuente. Lo que, a su vez, nos remite a la forma como Jesús vive el amor: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo” (Jn 15, 9). Este amor no es voluntarismo, sino respuesta a un amor que estamos llamados a experimentar. Es preciso comprender cómo nos ama Dios, acoger ese amor, para que Él nos haga capaces de amar. La oración puede ser esto: acoger el amor de Dios, para dejarnos transformar por Él.

El evangelio y la liturgia de hoy sitúan ese amor en el contexto de nuestra debilidad y de la complejidad del mundo: Jesús habla de esto entre el anuncio de la traición de Judas y el de la negación de Pedro. Por otra parte, en esa comunidad que se abre al mundo (Hechos de los Apóstoles), en un proceso que tuvo tribulaciones e incertidumbres. Así se va abriendo paso, de manera humilde pero decisiva, ese “hago nuevas todas las cosas” del Apocalipsis (21, 5). En medio de nuestros tropiezos, debilidades y dudas, vamos aprendiendo a amar.

Amar como Jesús (en griego hay muchos términos para hablar del amor. Aquí es ápape: el amor desinteresado, que es puro don). Podemos mirar la vida de Jesús para comprender ese amor que va unido a la verdad, que no ata sino que libera, que dialoga, que sana, que lava los pies de los discípulos… ¿Cómo puedo hacerlo concreto hoy?


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)




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