domingo, 11 de mayo de 2025

“Escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida” (Jn 10, 27-30)

 

En los primeros domingos de Pascua, contemplamos el encuentro de Jesús resucitado con los discípulos. Lo siguientes nos ofrecen pistas para ir entrando en la Vida Nueva que Él nos ofrece, a la vez que nos invitan a contemplarlo como Hijo de Dios y descubrir lo que significa su gloria.

Y hoy nos dice: “Yo y el Padre somos uno” (Jn 10, 30). Una palabra que se apoya en sus obras, porque “las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí”  (Jn 10, 25). En virtud de esta unión profunda del Hijo con el Padre, aquellos que se ponen en sus manos pueden saberse seguros: “nadie las arrebatará de mi mano”, “no perecerán para siempre.”

Con esta confianza ha vivido esa muchedumbre incontable “de todas naciones, razas, pueblos y lenguas” que Juan describe en el Apocalipsis. El redil de Jesús se ha abierto a toda la humanidad. Éstos han pasado por la gran tribulación: han sufrido las persecuciones, y las dificultades de nuestro mundo. No están limpios porque se hayan inhibido del barro y las luchas del mundo, sino porque “han lavado y blanqueado sus vestiduras”  en la vida (la sangre) de Jesús: lo han seguido en profundidad. Y con Él, el Cordero, el que venció a la muerte a través de su entrega por amor, se alcanza la palma de la victoria.

Jesús describe, breve y hondamente, la relación que nos invita a establecer con Él. Vale la pena que meditemos cómo la vivimos:

Cómo escuchamos su voz, que nos habla en la Escritura, y también en nuestro corazón, a través de su Espíritu. Cómo le prestamos atención y la destacamos, entre tantas voces y ruidos que nos circundan.

Cómo nos conoce, con esa mirada suya que ve lo más hondo, que nos acoge, nos ama.

Cómo le seguimos: seguimos sus enseñanzas, sus actitudes, sus pasos… Sabiendo que Él conoce los anhelos más profundos de nuestro corazón, y también el barro del que estamos hechos.

Cómo nos da la vida eterna, la que atisbamos en pequeños signos que van floreciendo en esta existencia, y la que va más allá de lo que cabe en nuestro pensamiento.

 

Hoy, el día del Buen Pastor, oramos también por las vocaciones, especialmente por las llamadas al ministerio sacerdotal y la vida consagrada. Que cada uno sepamos escuchar su voz y seguirle, para acoger la vida que nos ofrece.

Y oramos también por el Papa León XIV, dando gracias por su sí al Señor y a la Iglesia, y pidiendo que el Espíritu lo acompañe con sus dones .



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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