domingo, 14 de enero de 2024

"Maestro, ¿dónde vives?" - "Venid y veréis" (Jn 1, 35-42)

 


Comenzamos el ciclo del tiempo ordinario con dos relatos de vocación de los apóstoles: el que hoy escuchamos, tomado del Evangelio de S. Juan, y el que contemplaremos el domingo próximo, que retoma la lectura de Marcos. Comenzamos el año con la llamada a seguir a Jesús. 

El encuentro de Andrés y otro discípulo (que la tradición ha identificado con Juan) con Jesús, tiene detalles que conectan con otros pasajes del Evangelio y nos ayudan a entrar en una lectura mas profunda. 

El pasaje comienza "al día siguiente" (la traducción litúrgica ha puesto la típica introducción "en aquel tiempo"). Es dos días después de que Juan Bautista diera testimonio de Jesús como el Señor para quien Juan prepara el camino, y al día siguiente de que lo señalara como el Cordero de Dios, el Elegido, que bautiza con Espíritu Santo (Jn 1, 23-35). Al hablar de Jesús como el Cordero de Dios, Juan hace referencia a la Pascua, en la que un cordero fue el instrumento y la señal de la liberación de los hebreos esclavos en Egipto, que se convirtieron en pueblo de Dios, caminando hacia la tierra prometida (cfr. Exodo, 12). Lo que empezó entonces, culminará en la Pascua de Jesús, que librará a toda la humanidad del pecado y la muerte, para constituirnos en pueblo de hijos de Dios, en camino hacia la Vida Nueva. Y nos liberará entregándose por nosotros "como cordero" (Is 53). Por eso, cuando Juan vuelve a Jesús como el Cordero, estos dos discípulos entienden que Jesús es el Mesías, el salvador que esperaban. Y que seguirle significa entrar en una historia, en una dinámica cuya profundidad apenas pueden intuir (como, en ese momento, tampoco saben cómo será esa Pascua de Jesús). Y lo siguen.

Jesús se vuelve hacia quienes lo siguen, entra en diálogo con ellos. Un diálogo que podría parecer sencillo (los discípulos le preguntan dónde pueden encontrarlo, y él se lo indica). Y que, sin embargo, plantea preguntas y promesas hondas, que nosotros podemos recoger y meditar: ¿qué buscamos en Jesús? ¿qué nos mueve a buscar a Dios? ¿qué esperamos encontrar?

La pregunta de aquellos discípulos tampoco se refiere simplemente al domicilio de Jesús, sino que se interesa por dónde está la vida de Jesús, sus raíces. Por eso esa pregunta responde a la de Jesús (¿qué buscáis?). Y puede ser, para nosotros, una oración: "¿Dónde encontrarte?" "¿A dónde puedes llevarme?.." Su respuesta nos ha sido revelada, reiteradamente, en el Prólogo de Juan: "la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios" (Jn 1,1.2).

El "venid y veréis" de Jesús, por su parte, conecta con otras escenas del Evangelio, que hablan de encuentro, de búsqueda y acogida, de convertirse en discípulos suyos (al que venga a mí no lo echaré fuera, Jn 6, 37; si alguien tiene sed, venga a mí, Jn 7, 37). Y de creer, del don de la fe, de abrir los ojos a la vida que Jesús ofrece (Jn 9). 

El Evangelio habla de diversos caminos y mediaciones para llegar a Jesús. Aquellos dos discípulos buscaban al Mesías, y estaban con Juan, que en lugar de retenerlos, les mostró a Jesús. Simón, por su parte, es llevado a Jesús por Andrés (1 Jn 1,3, "lo que hemos visto os lo anunciamos"). Y Jesús le pone un nombre nuevo (Is 61, 10), que anuncia ya lo que será la personalidad de ese discípulo testarudo, que alguna vez fue incluso "piedra de tropiezo" (Mt 16,23), pero será "tallado" por Jesús para ser piedra sobre la que levantar la Iglesia (Mt 16,18). En el encuentro con Jesús, va apareciendo nuestra verdadera identidad, y se va construyendo.

Aquellos discípulos se quedaron con Jesús ("permaneced en mí, y yo en vosotros" Jn 15, 4-5), aquel día. Se quedaron con Él, para siempre. Y, cuando a finales del siglo I se escribían estas líneas, Juan recordaba incluso la hora de aquel encuentro. 

Hoy es un día para preguntarnos por nuestro camino hacia Jesús. Para agradecer a los que nos han llevado a Él o nos lo señalan (y preguntarnos por cómo podemos nosotros hacer algo de eso con otros). Para preguntarnos por lo que buscamos y vamos encontrando en Él. Para preguntarle por nosotros mismos, por lo que nos quiere mostrar y a dónde quiere llevarnos... Para darle gracias por todo ello.

"Es de saber que, si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella; y si ella le envía a él sus amorosos deseos, que le son a él tan olorosos como la virgulica del humo que sale de las especias aromáticas de la mirra y del incienso (Cant 3,6), él a ella le envía el olor de sus ungüentos, con que la atrae y hace correr hacia éI (Cant 1,2-3), que son sus divinas inspiraciones y toques; los cuales, siempre que son suyos, van ceñidos y regulados con motivo de la perfección de la ley de Dios y de la fe, por cuya perfección ha de ir el alma siempre llegándose más a Dios ... hasta que venga en tan delicada y pura disposición, que merezca la unión de Dios y transformación sustancial en todas sus potencias."

Sa  Juan de la Cruz, Llama de Amor Viva, 3, 28



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