domingo, 10 de diciembre de 2023

"Preparad el camino del Señor" (Mc 1, 1-8)


Escuchamos hoy el título y el comienzo del Evangelio según san Marcos, que nos acompañará durante este año litúrgico. Es el primero de los Evangelios. Parece ser que, hasta entonces (os años 60 del  siglo I), entre las comunidades cristianas se había transmitido la narración de la Pasión del Señor, los testimonios de la Resurrección, las enseñanzas y los hechos de Jesús, que se habían comenzado a agrupar en colecciones de dichos, parábolas, signos... Marcos es el primero que reúne esos elementos para ofrecernos la persona y el mensaje de Jesús, en un relato unido, que nos sirva como un "puente" para que lleguemos a Él (por eso, porque están escritos para llevarnos al encuentro con Jesús, meditar los Evangelios es una excelente manera de orar). 

Cada Evangelio nos ofrece una perspectiva sobre el misterio de Jesús (ayudándonos así a descubrir la infinita riqueza de facetas y rasgos de Cristo). Marcos nos habla de cómo el Hijo de Dios viene a nosotros y se revela de forma escondida, diferente a como se le esperaba e imaginaba. Y comienza con la predicación de Juan, que nos llama a la conversión: para acoger al Hijo de Dios que viene por un camino nuevo y trae un mensaje diferente, es necesaria una actitud de apertura, de atención, de salir de nuestros esquemas. El mismo Juan intuye que está preparando el camino para alguien a quien no es capaz de comprender totalmente, que le supera y realizará una obra nueva, creadora . "Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo".

También el profeta Isaías, en medio de la desolación del destierro de Israel en Babilonia, levanta la vista y descubre a un Dios que perdona la infidelidad del pueblo, que volverá a salvarlo y conducirlo ("como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo los reúne"). Y en medio de esa situación de desierto, llama a preparar el camino. 

La segunda carta de Pedro, escrita tardíamente, se dirige a una comunidad desconcertada porque el retorno glorioso del Señor, que esperaban, parece retrasarse. Con un lenguaje apocalíptico (que a nosotros, acostumbrados a "visualizar" en forma cinematográfica, tal vez puede despistarnos), el autor quiere, sobre todo, llama a considerar que el mundo y sus apariencias pasa, pero nosotros estamos llamados a encontrarnos con Dios. Y pone nuestra forma de vivir, nuestras obras, a la luz de ese encuentro definitivo con Dios. Eso nos llama a plantearnos en profundidad cómo estamos viviendo: qué nos mueve (o paraliza), qué buscamos, en qué nos apoyamos... Y nos propone una forma diferente de vivir el tiempo, que para Dios es relativo. Él quiere, sobre todo, es "que nadie se pierda, sino que todos accedan a la conversión".  También para nosotros está en relación con la vida. No podemos dejar pasar el tiempo en una rutina de distracciones, ni en una espera pasiva. "Esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia", y estamos llamados a vivir en una "paz con Dios" que tiene que vez con la paz que Jesús ofrece en la Última Cena (Jn 14, 27), con la bienaventuranza de los constructores de paz (Mt 5,9), con una conducta que se acerca a esa santidad de Dios que es misericordia (piedad) y hace presente su salvación, que ayuda a las personas a vivir en plenitud.  construcción de la paz.

Esperamos a alguien más grande que nuestros esquemas. Y se nos invita a prepararle camino. ¿Qué es necesario levantar? (o ¿a quién es necesario levantar? porque nos encontramos personas caídas, hundidas...?) ¿Qué puentes he de tender? ¿Qué obstáculos he de rebajar?  ¿Qué espacio tendré que despejar, en mi vida, para el encuentro en verdad con el otro, conmigo mismo, con Dios?

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


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