domingo, 8 de enero de 2023

"Este es mi Hijo amado" (Mt 3, 13-17)

 

Con la fiesta del Bautismo del Señor completamos el ciclo de la Navidad, en que celebramos la manifestación, la venida al mundo del Hijo de Dios. En el Evangelio de hoy se hace presente la Trinidad: sobre Cristo se posa el Espíritu, que va a acompañar todos sus hechos y palabras, y escuchamos la voz del Padre. El misterio de la Trinidad se hace presente en este momento en que Jesús se une a los pecadores que recibían el bautismo de Juan como signo de arrepentimiento, de apertura a Dios y búsqueda de su camino de justicia. 

Dios se muestra, así, solidario de esta humanidad que, entre tropiezos, errores y caídas, busca la paz, la justicia. Asume nuestro camino, con toda su imperfección y dificultades. De hecho, Jesús viene a hacerse cargo de nuestra debilidad, de cuanto nos dificulta el encuentro con el Padre. Juan lo señalará, así, como "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Así es como se cumplirá la justicia de Dios, que es salvación ("conviene que cumplamos toda justicia" Mt 3,15). La lectura de Isaías, con el Primer Canto del Siervo de Yahveh subraya esta identidad de Jesús como el siervo en quien Dios se alegra, sostenido por Él y acompañado en todo por su Espíritu (Is 42. El Cuarto Canto hablará de este Siervo como el cordero que se sacrifica para traernos salvación).

El Evangelio que escuchamos termina con la palabra del Padre que proclama su amor hacia Jesús. Ese amor es el que lo impulsa durante toda su vida, que "pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él", como resume San Pedro en la lectura de Hch 10, 34-38.

Ese amor es el del Dios que acoge a todos, y por eso precisamente nos ha entregado a su Hijo. Jesús comparte con cada uno de nosotros esta palabra que escucha en el Jordán. Y nuestro bautismo, precisamente, nos vincula a Jesús para siempre, nos hace hijos en el Hijo.

Vale la pena tomar un rato para orar con este Evangelio. Para tomar conciencia de que Jesús acompaña nuestro camino personal, con todo lo que hay en él (bueno y malo). Para escuchar, con Él, esta palabra que es para ti: "Este es mi hijo (o hija) amado, en quien yo me complazco".
Para poder pasar, como Jesús, haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. Vivir, en plenitud, todo cuanto significa nuestro bautismo.

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


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