La Cruz.
Sólo eran dos
palos para atormentar al hombre,
para plantar la
muerte,
para imponer el
poder.
Hasta el día
que aquí se
cruzaron el cielo y la tierra,
los caminos de los
hombres
y el amor de Dios,
las heridas de
nuestro mundo
y la fidelidad del
Hijo.
Y la sed de vida y
esperanza
encontró aquí una
fuente.
Desde tu cruz
se ha derramado tu
vida, Jesús,
agua fresca para
nosotros.
Y aquí volvemos,
una vez más
para beber en la
sabiduría de la cruz,
para aprender
contigo
la confianza y la
entrega
que hacen florecer
la vida.
(Y decía: “Jesús, acuérdate de mi cuando
vengas con tu Reino”. Lc 23, 42)
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