sábado, 17 de septiembre de 2022

"No podéis servir a Dios y al dinero" (Lc 16, 1-13)

La parábola que hoy escuchamos resulta desconcertante. Jesús nos invita, con frecuencia, a romper nuestros esquemas, a enfocar la vida con nuevas perspectivas, a mirar de otra manera. Podemos encontrar un ejemplo y una enseñanza donde menos lo esperaríamos. 

Conviene aclarar que lo que Jesús alaba, en aquel administrador, no es la injusticia, sino la inteligencia de aquel administrador, su ingenio para encontrar una solución. 

Los estudiosos de la Biblia proponen varias pistas para comprender esta parábola. Tal vez, la rebaja que el administrador hace en los recibos de su amo, era su comisión.  Sorprende, especialmente, que sea el propio amo quien felicite a ese administrador calificado de injusto, que, por cierto, no se ha enriquecido personalmente, sino que ha rebajado deudas y empleado la riqueza para "hacer amigos". En este punto, resulta interesante saber que la palabra que Jesús usa para llamar al amo (kýrios, "Señor"), puede estar aludiendo a otro Señor: a Dios. Entonces, esta parábola puede conectar con el perdón de las deudas al que nos referimos en la oración del Padre nuestro (Lc 11,4. La traducción que ahora usamos, "perdona nuestras ofensas" simplifica pero reduce el sentido de esta petición), y el destino que Dios quiere para los bienes de la tierra, que no es la acumulación de riquezas, sino "que todos los hombres se salven" (1 Tim 2,4).

Resulta también curioso que esta parábola tan "oscura" encuentre, en la vida real, ejemplos bastante claros. Me viene a la memoria Oskar Schindler, aquel empresario corrupto que trapicheó y recurrió a diversos fraudes y sobornos... para salvar la vida de unos mil doscientos judíos destinados al exterminio. Y como él, tantos otros, en diversas situaciones. Los caminos del bien, de la vida (de Dios) se trazan de forma insospechada, y hay que buscarlos con ingenio, con creatividad, con audacia

A veces, incluso, relativizando lo socialmente aceptado, o algunas normas. Tampoco la legalidad o lo socialmente aceptado coinciden siempre con la ética. Por ejemplo, en nuestro tiempo y en nuestra Europa hemos visto leyes que incriminan a quien recoge inmigrantes náufragos, o a quien se acerque a una mujer que va a abortar (muchas veces, empujada por las circunstancias) para ofrecerle otra salida. Además de toda la injusticia (el pecado estructural, que denunciaba Juan Pablo II) que hay en la economía y la política a nivel mundial. Esa injusticia que ya denunciaba la profecía de Amós, hace siglos. Todo esto es también un tema complicado, porque puede dar lugar a extremismos, especialmente en un momento tendente a la polarización y las actitudes unilaterales, como el nuestro. Aquí resulta oportuna la lectura de la carta a Timoteo, que (en tiempos convulsos, en que la Iglesia sufría persecución) recuerda que Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad", propone como criterio el purificarnos de actitudes de ira y división, y pide que oremos "por toda la humanidad, por los reyes y por todos los constituidos en autoridad".

Jesús remata la parábola que hoy escuchamos, oscura como la vida misma, con un consejo: mejor que acumular el dinero, es usarlo para "ganar amigos", para hacer el bien. Y con una advertencia: el dinero, con frecuencia, se convierte en un señor (el término que Jesús usa es "Mammon", el dios cananeo de las riquezas) que puede gobernar nuestras vidas. Pero no podemos andar dos caminos a la vez, no podemos servir a dos señores. Hemos de preguntarnos dónde está nuestro corazón, a quién servimos.


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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