domingo, 17 de julio de 2022

"Una sola es necesaria" (Lc 10, 38-42)

 

El Domingo pasado, escuchábamos al escriba preguntar "¿qué he de hacer...?" Inmediatamente después de la parábola del "Buen Samaritano" ("haz tú lo mismo..." Lc 10, 37), el Evangelio introduce esta escena. 

Una mujer recibe a Jesús en su casa. Como, tal vez, podría haber recibido a algunos de los discípulos que, poco antes, Jesús envió por delante. (Lc 10, 1-7). En aquel "mundo de hombres", por cierto, llama la atención que sea la casa de una mujer la que hospeda a Jesús. 

Su hermana María escucha la Palabra de Jesús, sentada a sus pies. Esta expresión tiene un significado preciso: el discipulado (como se ve cuando Pablo afirma haber sido instruido en la Ley "a los pies de Gamaliel", Hch 22, 3). María se ha hecho discípula de Jesús. La Ley, sin embargo, prohibía a las mujeres hacerse discípulas de un rabino. Tal vez a la misma Marta le pareció que el afán de su hermana era imposible, y que era mejor que "hiciera algo útil". Pero Jesús afirma, precisamente, que no se le quitará aquello que ha elegido. Porque es, precisamente, lo que da sentido a todo.

El Evangelio y las lecturas de hoy hablan de la hospitalidad. En la primera lectura (que la tradición ha leído como una manifestación de la Trinidad, y que ha inspirado el Icono de la Trinidad de Rublev), Abraham acoge, en la figura de aquellos tres misteriosos visitantes, a Dios mismo, que le trae la promesa de la fecundidad. Esta es una palabra importante para reflexionar en nuestro mundo, muchas veces inhóspito e indiferente, y cada vez más poblado de refugiados y emigrantes. ¿Cómo cultivamos la hospitalidad? ¿Cómo acojo al otro (al que llega de lejos, y también al que vive a mi lado)?.

Marta, en el Evangelio, recibe al Señor en su casa, y el relato deja notar el afecto con que Jesús le habla. Aunque se dispersa en muchos quehaceres, inquieta y preocupada  (como nos pasa, con tanta frecuencia...). María da un paso más: ha acogido a Jesús como Maestro, en su corazón. Toda acción, toda oración, encuentran sentido en esta actitud, la más importante. 

Con el salmo, nos preguntábamos quién puede "hospedarse en la tienda de Dios". Él nos invita a acogerlo. Como María, somos invitados a atrevernos a ser sus discípulos; a dejarlo todo -siquiera por un momento- para sentarnos a sus pies... 

"cuando el alma está en este estado, nunca dejan de obrar casi juntas Marta y María; porque en lo activo, y que parece exterior, obra lo interior, y, cuando las obras activas salen de esta raíz, son admirables y olorosísimas flores; porque proceden de este árbol de amor de Dios y por solo él, sin ningún interés propio, y extiéndese el olor de estas flores para aprovechar a muchos, y es olor que dura, no para presto, sino que hace gran operación"
          Teresa de Jesús, Meditaciones sobre los Cantares, 7, 3


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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