sábado, 11 de junio de 2022

"Damos testimonio de lo que hemos visto" (Jn 3, 11; Jn 16, 12-15) La Trinidad

 


La Iglesia, en sus primeros siglos ha ido afinando unos conceptos para hablar del Misterio de la Trinidad (Unidad, Personas...). Es bueno recordar que, en la base de esta reflexión, está la experiencia de Dios vivida por los primeros discípulos. Y que se nos invita a vivir a nosotros. 

Aquellos hombres y mujeres reconocieron a Jesús como Hijo de Dios, por la forma en que Él, con palabras y hechos, comunicaba vida, verdad, libertad... ; por su Resurrección; por lo que el encuentro con Él hizo brotar y crecer en la vida de ellos... Las palabras resultan raquíticas para acercarnos a lo que vivieron aquellos hombres y mujeres. Fue tan revelador, tan intenso, que rompió los moldes de la mentalidad rígidamente monoteísta en la que habían crecido (Dt 6, 4: "Yahveh nuestro Dios es el único Señor"). Y les hizo descubrir lo que hasta entonces era impensable: que Dios, siendo único, es a la vez comunidad: es Jesús, el Hijo, que ellos están conociendo; es el Padre del que Jesús habla; y es el Espíritu Santo que Jesús anuncia, y que muy pronto ellos van a experimentar, como presencia viva de Dios en la comunidad y en el corazón de cada uno.

Tres Personas, que se hacen sentir de un modo peculiar, y que a la vez están profundamente unidas: como el Evangelio de hoy indica, transmiten una misma verdad y una misma vida, porque lo tienen todo en común, son Uno ("Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que [el Espíritu] recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará", Jn 16, 15).

La comprensión de este misterio, de que Dios no es alguien solitario (mucho menos un "principio abstracto"), sino comunidad de amor, desborda nuestra capacidad de comprender. Pero no es lejanía. Su realidad es de cercanía total a nosotros. Hablar de la Trinidad es hablar de que el mismo Dios que nos ha creado, viene a compartir nuestra realidad humana y asume nuestra carne, y se hace presente en nuestro corazón para impulsar nuestra vida. Y de que el mismo que es Dios de todos (y nos llama a construir un mundo con menos barreras y más solidaridad), el Dios que está más allá de mis visiones sesgadas de la realidad, es también el Dios que ha asumido mi realidad, "más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío" (S. Agustín, Confesiones, III, 6, 11).

La fe en la Trinidad nace de la experiencia, y nos llama a la experiencia: a cultivar nuestro trato con el Padre, con la confianza de hijos con que Jesús nos enseña a apoyarnos en Él, rezando el Padre Nuestro. A cultivar nuestra relación con Cristo, que es el Camino al Padre, Maestro, hermano y compañero en toda situación humana. A abrir nuestro corazón al Espíritu Santo, para que El vaya haciendo realidad, en nuestro interior y en nuestra vida cotidiana, ese identificarnos con Cristo e ir con Él al Padre. 



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