miércoles, 5 de enero de 2022

"Hemos visto su estrella, y venimos a adorarlo" (Mt 2, 1-12)


 Desde que, en el siglo IV, se estableció la fiesta de la Epifanía, la tradición ha ido revistiendo de detalles amables el relato de Mateo que, leído en sí mismo, produce sorpresa (o sobresalto, como lo produjo la llegada de los Magos a Jerusalén -Mt 2,3-, y también, años más tarde, el testimonio de la Resurrección en boca de las mujeres -Lc 24,22-):

En la capital de Israel se presentan unos extranjeros de mala reputación: Su condición de forasteros, ya los hace sospechosos para la mentalidad judía, y además se dedican a la magia y la astrología, condenadas por la Ley de Dios, la Torá. Lo hacen preguntando por aquello que es el corazón de la esperanza judía: la llegada del Mesías, y con intención de adorarlo. 

Sorprende, además, que serán esos extranjeros, venidos de lejos, los que se encuentren con Jesús, lo reconozcan y lo adoren, presentándole unas ofrendas que lo reconocen como Dios y hombre verdadero y como rey. Mientras los sabios y las autoridades que están muy cerca, en Jerusalén, y que saben decir dónde ha de nacer, no llegan hasta Él. 

Epifanía es la fiesta de la manifestación de Cristo a todos los pueblos, simbolizados en estos magos de Oriente. Una manifestación que se ofrece a aquéllos que están dispuestos a reconocer sus señales, a ponerse en camino; y mientras la desperdician los que no son capaces de salir de sí mismos, y se quedan en su comodidad o se encierran en actitudes de miedo. 

Esta fiesta nos invita a descubrir a Cristo como regalo de vida para cada uno de nosotros, que nos invita a hacernos ofrenda (en la plegaria eucarística III pedimos que el Espíritu Santo "nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de la heredad de Dios"). Nos invita a cultivar una actitud de discer



nimiento para descubrir la estrella que Dios enciende en nuestra vida (a veces oculta tras nubes o nieblas que ensombrecen nuestra mirada, o luces artificiales que nos deslumbran). En estos tiempos de Sínodo, nos habla también de la capacidad de escuchar "a los de fuera". Como ocurrió en Jerusalén, entonces, a veces los que parecen lejanos pueden estar preguntando, a su manera, por el corazón de nuestra esperanza.

Feliz fiesta de Epifanía.


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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