sábado, 27 de noviembre de 2021

"Estad siempre despiertos" (Lc 21, 25-2834-36)


Con un lenguaje diferente del nuestro (el lenguaje apocalíptico del siglo I), el Evangelio nos habla de algo que también podemos experimentar: potencias que se tambalean, referencias (astros) que se vienen abajo, situaciones de miedo, ansiedad y angustia...  el orden del mundo y sus poderes no son tan sólidos como parecían.

Comenzamos el año cristiano, con el tiempo de Adviento. Tiempo que nos interpela, nos pregunta sobre cómo vivimos la esperanza (o la desesperanza, en sus diversas variantes: desencanto, hastío, instalación en la comodidad y lo inmediato, desesperación, miedo...), y en qué (o quién) esperamos. 

En medio de las incertidumbres de la historia, Lucas nos llama, sobre todo, a una actitud de esperanza, que concreta en dos expresiones: 

- "Levantaos, alzad la cabeza". Abandonar pesimismos y derrotismos, no dejar que los contratiempos o las decepciones achanten nuestra mirada. Jesús viene a nuestro encuentro, en medio de las circunstancias que nos toca vivir, sean las que sean. Con Él, se acerca nuestra liberación, se abren nuevos caminos y oportunidades de vida.

- "Estad despiertos. No se embote la mente": ni con vicios, ni con cosas que nos narcoticen, que nos evadan de la realidad; ni tampoco con los agobios y preocupaciones de la vida, que a veces nos atrapan y estrechan nuestra visión. Estar despiertos, vigilantes, para no dejarnos atrapar por los vaivenes de la existencia. Tener el corazón y los ojos abiertos, dispuestos, para descubrir la vida que Jesús despierta, y hacer camino con Él. 

Con estas actitudes comenzamos el año cristiano. Empezamos a preparar nuestro corazón para celebrar la Navidad, para descubrir que Dios viene a nosotros. El Adviento nos 

¿No oiste los pasos silenciosos?
Él viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
Él viene, viene, viene siempre.
He cantado en muchas ocasiones y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
Él viene, viene, viene siempre.
En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
Él viene, viene, viene siempre.
En la oscura angustia lluviosa de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
Él viene, viene, viene siempre.
De pena en pena mía,
son sus pasos los que oprimen mi corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría.

(Rabindranath Tagore)



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