En el Evangelio (anticipado, de alguna forma, por la lectura de Josué 24), el discurso del Pan de Vida que había comenzado con la multiplicación de los panes y los peces, termina con una llamada a tomar opción. Muchos comentan que el lenguaje de Jesús es duro. No sé si es porque no entendían las palabras de Jesús, que hablaban de comer su carne y beber su sangre (Jn 60, 54-56), o si es porque sí las entendían: y es que una cosa es hacerse partidarios de un líder capaz de multiplicar panes y peces, y otra, bastante más comprometida, es seguir a Cristo asimilando, "tragándose" su estilo y su propuesta de vida, "comulgando" con Él. El caso es que, cuando descubren las exigencias del seguimiento de Jesús, muchos se marchan. Y Jesús les deja ir, no intenta ganárselos rebajando estas exigencias, ni con otros argumentos. Y se vuelve a los más cercanos (y en ellos a nosotros), interpelándolos a tomar una decisión.
La respuesta, la confesión de Pedro transmite una relación personal (no dice"¿adónde iremos?", sino "¿a quién iremos?"), y una profunda experiencia: "Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68). Esto es clave, y da razón de todo lo demás: la palabra y la vida de Jesús son radicales, porque son raíz de vida. Y Él mismo es quien da fuerzas y ánimo para vivirlas.
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