sábado, 21 de agosto de 2021

"¡Tú tienes palabras de vida eterna!" (Juan, 6, 60-69)

 


La segunda lectura (Ef 5, 21-32), que puede extrañar en el contexto actual, pide una aclaración. Cabe tener en cuenta que la Palabra de Dios llega en palabras humanas, que recogen también la mentalidad del tiempo (el mundo judío del siglo I). Pero, sobre todo, es que Pablo no está hablando de una supuesta superioridad del hombre sobre la mujer. De manera retórica, "distribuye" unas actitudes entre mujeres ("se sometan a sus maridos") y hombres ("amen a sus mujeres"). Pero se trata de actitudes mutuas: de la misma forma que cabe esperar que las mujeres amen a sus maridos, éstos también se someten a sus mujeres. De hecho, el pasaje ha comenzado universalizando esa actitud: "someteos unos a otros con respeto cristiano" (o "en el temor de Cristo"). Y eso apunta a que ese sometimiento tiene un sentido diferente del que hoy suele connotar la palabra sumisión. Un sentido que tiene que ver con la escucha mutua, el tenerse en cuenta, el estar en comunión y decidir juntos. Con esa "autoridad" que tienen para nosotros las personas a las que queremos.  Por otra parte, el texto pone la relación entre Cristo y la Iglesia como modelo de la relación conyugal, como amor comprometido,  definitivo, fecundo. 

En el Evangelio (anticipado, de alguna forma, por la lectura de Josué 24), el discurso del Pan de Vida que había comenzado con la multiplicación de los panes y los peces, termina con una llamada  a tomar opción. Muchos comentan que el lenguaje de Jesús es duro. No sé si es porque no entendían las palabras de Jesús, que hablaban de comer su carne y beber su sangre (Jn 60, 54-56), o si es porque sí las entendían: y es que una cosa es hacerse partidarios de un líder capaz de multiplicar panes y peces, y otra, bastante más comprometida, es seguir a Cristo asimilando, "tragándose" su estilo y su propuesta de vida, "comulgando" con Él. El caso es que, cuando descubren las exigencias del seguimiento de Jesús, muchos se marchan. Y Jesús les deja ir, no intenta ganárselos rebajando estas exigencias, ni con otros argumentos. Y se vuelve a los más cercanos (y en ellos a nosotros), interpelándolos a tomar una decisión. 

La respuesta, la confesión de Pedro transmite una relación personal (no dice"¿adónde iremos?", sino "¿a quién iremos?"), y una profunda experiencia: "Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68). Esto es clave, y da razón de todo lo demás: la palabra y la vida de Jesús son radicales, porque son raíz de vida. Y Él mismo es quien da fuerzas y ánimo para vivirlas.  


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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