- De la cercanía con Jesús. Santiago, junto con Juan y Pedro, son los que acompañan a Jesús en algunos momentos especiales. El Evangelio, hoy, nos muestra el "revés" de esa cercanía: a pesar de estar con Jesús, sus deseos aún están lejos del corazón de Cristo. E incluso pretenden que su cercanía a Jesús sea una especie de privilegio. Con todo, ellos, testigos de Jesús que da la vida (como cuando resucita a la hija de Jairo) y que también se angustia ante la muerte (como en Getsemaní), llegarán a irlo comprendiendo, hasta ser capaces de "beber su cáliz", de dar la vida, como Él, apoyados en su misma confianza.
- De un dinamismo evangelizador. La experiencia de Jesús, la experiencia de Dios los empuja ("hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", Hch 5, 29), los hace capaces de vencer miedos y complejos, para transmitir su mensaje. Serán capaces de dar la vida por el Evangelio, porque en saben que en Cristo encuentran la vida que vence toda muerte.
- De una comunidad. El plural aparece en todas las lecturas de hoy, porque el descubrir a Jesús se va haciendo en común, y desde distintas sensibilidades. Y en el Evangelio volvemos a encontrar, como propuesta de Jesús, las actitudes que construyen (servir, dar la vida...) frente a las que dividen.
- De una conciencia de que "este tesoro lo llevamos en vasijas de barro" (2 Cor 4,7), un conocimiento de la propia fragilidad y pobreza, que a la vez está lleno de confianza en la Vida que se nos ha confiado.
El Apóstol nos invita a vivir como peregrinos, recorrer la vida sin instalarnos, guiados por Cristo que es Camino. Y en la mesa de la Eucaristía, reunidos en torno al Pan partido, al cáliz del Señor, somos invitados a ir asumiendo su misterio pascual, que va rehaciendo nuestras vidas. Para que su vida abundante y su alegría completa estén en nosotros.
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