sábado, 12 de junio de 2021

"El reino es como una semilla de mostaza..." (Mc 4, 26-34)

 


El contexto del Evangelio de hoy es complicado: En el capítulo anterior, Marcos cuenta cómo los maestros de la Ley acusaban a Jesús de estar endemoniado, y su misma familia decían "está fuera de sí" (Mc 3,21). Marcos escribe, además, para una comunidad pequeña y pobre, amenazada por las persecuciones y calumniada por las gentes. 

Es en este contexto donde Jesús pronuncia estas dos parábolas que invitan a la confianza en el Padre, y en su obra -el Reinado de Dios, la realización de su plan de vida para todos-. Un reino que no se manifiesta de forma espectacular y avasalladora, sino humilde, como la pequeña semilla que germina, va abriéndose camino y echa ramas capaces de acoger. 

Una semilla que precisa tierra buena para crecer, como explica la parábola del sembrador (Mc 4, 13-20), que nos invita a meditar sobre "qué clase de tierra somos" y qué trabajo tenemos que hacer para que esta semilla eche raíces en nosotros y crezca. Una semilla que, sin embargo, crece, "sin que el hombre sepa cómo", y así nos invita a la humildad del sembrador que confía que su trabajo dé fruto, aunque sea de manera diferente a como pensaba, porque "es Dios quien da el crecimiento" (1 Cor 3, 6). Una actitud capaz de ir más allá de los "resultados", que alude también San Pablo en la segunda lectura: "caminamos guiados por la fe, sin ver todavía" (2 Cor 5,7)

"Cuentan que un joven paseaba una vez por una ciudad desconocida, cuando, de pronto, se encontró con un comercio sobre cuya marquesina se leía un extraño rótulo:  "La Felicidad".
Al entrar descubrió que, tras los mostradores, quienes despachaban eran ángeles. Y, medio asustado, se acercó a uno de ellos y le preguntó. "Por favor, ¿qué venden aquí ustedes?"
"¿Aquí? -respondió el ángel-.  Aquí vendemos absolutamente de todo". 
"¡Ah! - dijo asombrado el joven -. Sírvanme entonces el fin de todas las guerras del mundo; muchas toneladas de amor entre los hombres; un gran bidón de comprensión entre las familias; más tiempo de los padres para jugar con sus hijos..."  Y así prosiguió hasta que el ángel, muy respetuoso, le cortó la palabra y le dijo:
"Perdone usted, señor.  Creo que no me he explicado bien. Aquí no vendemos frutos, sino semillas."

José Luis Martín Descalzo

Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

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