sábado, 19 de junio de 2021

"Ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos" (2 Cor 5, 15; Mc, 4,35-40)

 

Al hilo de los conflictos de la comunidad cristiana (la alusión del texto a "conocer a Cristo según la carne", se refiere a los que se fijaban en las raíces judías de Jesús), San Pablo nos recuerda un elemento central de la experiencia cristiana: Cristo ha dado la vida por nosotros, y eso marca nuestras vidas a fuego del amor. Tomar conciencia de ello nos hace "morir" al anterior modo de vivir (el "hombre viejo", encerrado en sus pasiones e intereses) para comenzar una nueva vida. Nuestra vida ya no se agota en nosotros mismos, sino que se abre a Aquél que por nosotros ha muerto y resucitado. Somos llamados a la experiencia del amor, que es no vivir para uno mismo, sino vivir para la persona amada, y desde ella. Vivir para Cristo, que se convierte en experimentar la vida que él nos ofrece (libertad, paz, alegría...) y construir fraternidad y solidaridad  ("amaos unos a otros, como yo os he amado" Jn 13, 34-35).

Estamos en ese camino, que implica, con frecuencia, marchar a otras orillas, dejando nuestra "zona de confort", y afrontar jornadas de navegación inciertas y tempestuosas, donde también aparecen nuestras dificultades y nuestros miedos, como los de los discípulos en el Evangelio de hoy. La imagen de la barca en medio de la tormenta refleja cómo nos sentimos en algunas situaciones, como la que hemos vivido con la pandemia (precisamente éste evangelio fue el elegido por el Papa en el momento de oración que convocó en marzo de 2020). De aquellos discípulos, aprendemos que también en esos miedos y dificultades podemos abrirnos a Cristo, pidiéndole ayuda, para contemplarlo como Aquél que es capaz de poner paz y dominar los vientos. Para aprender, a través de las jornadas y situaciones, a creer en Él. 

Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)


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