domingo, 28 de febrero de 2021

"Este es mi Hijo amado; ¡escuchadlo!" (Mc 9, -10)

 


Cuando leemos el "sacrificio de Isaac" en su contexto (los pueblos vecinos de Israel sí practicaban sacrificios humanos, como se ve en Lev. 18, 21, 2 Re 3, 26-27), podemos comprender que el sentido de este relato (entre otras cosas) era enseñar a Israel que Dios no quiere sacrificios humanos. A diferencia de los dioses paganos, Dios no quiere la destrucción ni el sufrimiento del ser humano. Lo que sí pide es una actitud de obediencia y confianza, para dejarse guiar. 

La carta a los Romanos (Rom 8, 31b-34) nos lleva más allá en el conocimiento del amor de Dios. Él es quien ha entregado todo por nosotros, sin reservarse ni siquiera su propio hijo. Desde ese amor total nos invita a confiar en Él y buscar su voluntad, que siempre es de vida. 

Estas dos lecturas nos ofrecen perspectiva para leer el relato de la Transfiguración, que también conviene situar en su contexto: Jesús ha anunciado a los discípulos que su camino, como Mesías, ha de pasar por el sufrimiento y la muerte (Mc 8, 31), y los discípulos no comprenden, se resisten, tienen miedo incluso de preguntar sobre ello (Mc 8, 32-33; Mc 9, 32). La Transfiguración muestra la luz interior de ese camino que se le hace oscuro a los discípulos, la gloria de Cristo (Jn 1,14: "hemos contemplado su gloria"), que brilla precisamente como amor que se entrega y da vida, y es el camino de la Resurrección. Una gloria que los discípulos aún no son capaces de comprender (Mc 9,10), y que no evade del mundo (como quisiera, en ese momento, Pedro), sino que precisamente llama a bajar a la arena de la lucha diaria. Jesús aparece como la plenitud de la Revelación de Dios, que Israel resumía en la Ley (Moisés) y los profetas (Elías). A partir de ahora, es a Jesús a quien hay que escuchar. 

La tradición cristiana ha visto en este relato de la Transfiguración una alusión a la contemplación, que no nos evade de la realidad, sino que nos hace mirar más hondo, descubrir la luz que desde dentro ilumina nuestras vidas, cuando intentamos seguir el camino del Señor, el camino de la entrega, del amor cotidiano. 

Pero porque dijimos que Dios no se sirve de otra cosa sino de amor, (...) si de algo se sirve, es de que el alma se engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda engrandecer que igualándola consigo, por eso solamente se sirve de que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada.  (...). Dice, pues, la canción:

                 Mi alma se ha empleado
          y todo mi caudal en su servicio,
         ya no guardo ganado,
         ni ya tengo otro oficio
        que ya sólo en amar es mi ejercicio.

       


(San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual,  28,1)

 Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

domingo, 21 de febrero de 2021

"El Espíritu empujó a Jesús al desierto" (Mc 1, 12-15)

 


El primer Domingo de Cuaresma nos presenta a Jesús en el desierto,  ese lugar que también tuvo que atravesar Israel para dejar atrás la esclavitud y convertirse en Pueblo de Dios. Allí lo ha llevado el Espíritu Santo, para enfrentar sus tentaciones. Marcos no detalla su contenido, aunque podremos irlas descubriendo a lo largo del Evangelio. Nos presenta a Jesús entre fieras y ángeles, tal vez imagen de los instintos del mal y los mensajes del bien, entre los cuales Jesús se encuentra y tiene que trazar su camino. Como nosotros. 

Tras el desierto, emprende Jesús la predicación del Evangelio, marcada, en su inicio, por el arresto de Juan. Las palabras de Jesús son precisas, llenas de sentido: llaman a la conversión porque el Reino de Dios está cerca, y no hay que esperar a tiempos mejores, ni al momento en que se cumplan otras expectativas o condiciones: éste es el tiempo de Dios, de su obrar.

Somos invitados a creer en este tiempo, en este preciso momento vital en que nos encontramos. Somos llamados a la conversión, a un orientar hacia Dios nuestra vida, que también pasa por identificar y enfrentar las tentaciones de fondo de cada uno. La Cuaresma nos ofrece un desierto que no nos aleja de la realidad, sino que nos llama a verla con profundidad, para descubrir el Reino de Dios que está cerca. 


Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

sábado, 13 de febrero de 2021

"Quiero: queda limpio". Contagia solidaridad

 

El Evangelio que hoy escuchamos conecta con la Jornada Mundial del Enfermo, que celebramos el pasado jueves, en un contexto de crisis sanitaria mundial. Además, la experiencia que hemos tenido de aislamiento (el confinamiento del año pasado, los aislamientos de las personas contagiadas) nos puede ayudar a entender la terrible situación de los leprosos (pintada en la lectura del Levítico), que a su enfermedad unía un terrible aislamiento, de por vida, para evitar contagios. 

Jesús se acerca a ese hombre herido y rechazado por la sociedad, y rompe su aislamiento para alcanzarlo, para sanarlo y reinsertarlo en la sociedad. Cuando Jesús lo toca, no sucede el temido contagio de la lepra. Al revés, es Jesús quien contagia vida y salud al enfermo. 

El Evangelio, hoy, nos invita a tender puentes, buscar caminos, para que las medidas de seguridad e higiene que ahora son necesarias, no generen situaciones de aislamiento humano que mina a las personas. 

Nos invita también a ponernos ante Jesús como aquel hombre: dejarnos tocar por Él, que puede sanar lo que en nosotros precisa ser sanado. 

Nos llama a ser capaces de contagiar solidaridad. La Campaña contra el Hambre de Manos Unidas nos ofrece otra lectura de este Evangelio, recordándonos las situaciones de pobreza y miseria que vive gran parte de la humanidad. El sufrimiento que nos ha causado esta pandemia puede encerrarnos en nosotros mismos y empobrecernos como personas. O puede, por el contrario, ayudarnos a acercarnos al sufrimiento de miles de millones de personas, azotadas por enfermedades endémicas (como la malaria, que en 2018 afectó a 228 millones de personas y mató a más de 400.000) y por condiciones insalubres provocadas por la pobreza (como las diarreas provocadas por consumir agua no potable, que matan más de 4 millones de personas al año). 

Dejarnos tocar por el Señor. Contagiar solidaridad: dos dimensiones de un mismo movimiento de vida, al que somos invitados. 


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

sábado, 6 de febrero de 2021

"Curó a muchos enfermos" (Mc 1, 29-39)

 

Tras predicar en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús despliega una labor sanadora. Y es que curar, liberar a las personas del mal personificado en los demonios y predicar son facetas de la Buena Noticia que Él trae.

Marcos nos trasmite la cercanía de Jesús, que toma de la mano a la suegra de Pedro, así como su fuerza sanadora que pone en pie a la persona y la habilita. Aquella mujer, que ha sido liberada de la fiebre por Jesús ("yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" Lc 22, 27), se pone también a servir.

Nos transmite también su libertad. No le importan las prevenciones de la Ley sobre tocar a enfermos, ni la restricciones de toda actividad en sábado, cuando se trata de transmitir la ternura y la iniciativa creadora de Dios. Asimismo, no se deja atar por la popularidad que tiene en Cafarnaúm ("todo el mundo te busca" Mc 1, 37). Y al mismo tiempo, podemos intuir su paciencia y su compasión hacia las gentes, que no le siguen en esa libertad (atadas a las prescripciones legales, esperan a que termine legalmente el sábado, y sólo entonces se acercan en masa a traerle los enfermos y endemoniados).

Y nos invita a descubrir cómo todo eso -fuerza sanadora, libertad, compasión, servicio- se alimenta de su arraigo en el Padre, a través de la oración. 

Hoy, tal vez, podemos podemos preguntarnos por las fiebres que nos impiden servir y vivir en el amor (la soberbia que ofusca, la indiferencia que adormece, los complejos y miedos que atan...), por las enfermedades del alma que nos tiene postrados. Y llamar al Señor, para que nos tome de la mano y nos levante. 

"¡Oh, qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso! No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras. ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!  Es así, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos en la mar, cuando se levantó la tempestad (Mt 8, 26), y así decía yo: ¿Quién es éste que así le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran oscuridad en un momento y hace blando un corazón que parecía piedra (...) ?; ¿quién pone estos deseos?; ¿quién da este ánimo?

            Yo deseo servir a este Señor; no pretendo otra cosa sino contentarle; no quiero contento ni descanso ni otro bien, sino hacer su voluntad."
                                   Santa Teresa de Jesús, Vida, 25, 18-19


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


  La parábola que hoy escuchamos es considerada el “corazón” del Evangelio de S. Lucas. Y se plantea también en un contexto central. El hech...