El Evangelio tiene detalles llenos de hondura que nos invitan a descubrir a ese Dios que nos interpela en las cosas pequeñas. Desde la emoción que podemos intuir en Juan, ya un anciano cuando escribe este relato, que aún recuerda la hora en que se encontró con el Señor.
Un texto de miradas: la del Bautista que se fija en Jesús, y lo nombra con una palabra profética (Cordero de Dios), que habla de Pascua, de salvación a través de la entrega y el sacrificio (Ex 12, Is 53). La de Jesús, que ve el corazón de Simón y le da un nombre nuevo (Ap. 2, 17). La que nos invita a cultivar con su promesa: "Venid y veréis" (Jn 1, 39).
Y un texto de preguntas. Dios entra en diálogo, se interesa por nuestras inquietudes, nos invita a sacarlas y ponerles nombre.
En estas primeras semanas del año, sus palabras nos invitan a plantearnos nuestras preguntas, y a retomar un camino de discípulos: para ver, y para quedarnos con Él. Más tarde (Jn 15) nos hablará de permanecer en Él, en su amor...
Alma, buscarte has en mí,
y a mí
buscarte has en ti.
Fuiste por amor criada
hermosa, bella
y así
en mis
entrañas pintada;
si te perdieres,
mi amada,
alma, buscarte
has en mí.
Y si acaso no supieres
dónde me
hallarás a mí,
no andes de
aquí para allí.
Si no, si
hallarme quisieres,
a mí buscarme
has en ti.
Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)
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