Frente a la
autosuficiencia de los judíos, que se creían seguros por ser descendientes de
Abraham, Jesús enciende unas señales que nos sirven de aviso a nosotros:
- Como dice el
refrán “cada cual es hijo de sus obras”.
Nuestra manera de actuar muestra en qué creemos (¿en la generosidad o en el
egoísmo, en la verdad o en las ventajas de la mentira…?) y cómo creemos
(decidida o débilmente…).
- El pecado
siempre implica un engaño (muchas veces, nos engañamos a nosotros mismos…), y
una forma de esclavitud (dejamos que algo nos ate, y nos aparte del camino de
nuestra realización verdadera).
- La Verdad es
liberadora. Teresa de Jesús nos dice que la humildad es “andar en verdad”: no
engañarnos, no maquillar nuestra realidad (ni ante los demás, ni ante nosotros
mismos). Es un esfuerzo, a veces doloroso, porque significa enfrentar nuestra
pobreza y vulnerabilidad. Pero nos lleva a la experiencia de la mirada de Dios,
que nos acoge y ama en esa verdad de lo que somos. Y nos hace libres.
“que, para conformarnos con
nuestro Dios en algo, será bien que nos esforcemos siempre mucho de andar en
esta verdad. No digo sólo que no digamos mentira (…) sino que andemos en verdad delante de Dios y
de las gentes de cuantas maneras pudiéremos, en especial no queriendo nos
tengan por mejores de lo que somos, y en nuestras obras dando a Dios lo que es
suyo y a nosotras lo que es nuestro, y procurando sacar en todo la verdad (...)
Una vez estaba yo considerando por qué razón era nuestro Señor tan amigo de
esta virtud de la humildad y púsoseme delante esto: que es porque Dios es suma
Verdad y la humildad es andar en verdad”
Teresa de Jesús, VI Moradas, 10, 6-7
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