domingo, 1 de octubre de 2023

"Ve hoy a trabajar en mi viña" (Mt 21, 28-32)

 

De nuevo, el Evangelio nos propone una parábola sobre una viña. A aquéllos que pretendían ser "primeros" en el Reino de Dios, Jesús les plantea si verdaderamente (es decir, con obras, y no sólo con palabras) están respondiendo a lo que Dios pide. 

Y con ellos, nos lo plantea a nosotros: fundamentalmente, son nuestras obras las que expresan en qué creemos. (Desde ahí podemos también entender el pasaje de Ezequiel 18, 25-28: "inocente" y "malvado" pueden ser meros títulos, que las obras ratifican o desmienten). Nuestras opciones reflejan si, a la hora de los hechos, creemos en el amor y el compartir, o en el egoísmo de que cada uno vaya a lo suyo; si avanzamos hacia el perdón o nos quedamos en el resentimiento y la venganza; si buscamos la verdad, o nos dejamos seducir por las "ventajas" de la mentira...  También entra en ello nuestra debilidad y el margen de incoherencia que siempre tiene el ser humano, pero es importante ser conscientes de cuándo estamos respondiendo y cuándo nos vencen otras tendencias. Con esa conciencia tiene que ver también la conversión, el volvernos hacia Dios y su misericordia con autenticidad. 

El pasaje que hoy escuchamos (Mt 21 28-32) conecta con el domingo pasado (Mt 20, 1-16), y entre medias hay varios episodios, que nos ayudan a comprender de qué está hablando Jesús: Jesús ha anunciado su Pasión; los discípulos se han indignado por la pretensión de Santiago y Juan de sentarse "uno a tu derecha, y otro a tu izquierda en el Reino" (Mt 20,21), y Jesús proclama que Él "ha venido... a servir y a dar su vida"; Jesús ha curado a dos ciegos, que desde entonces le siguen (¿qué cegueras nos tendrá que curar...?); y ha entrado en Jerusalén, "manso y montado en un asno" (Mt 21,5). Están también la higuera que no da fruto y se seca, y la fuerza de la oración y la fe; y, finalmente, la discusión entre las autoridades judías y Jesús, en la que ellos le preguntan "¿con qué autoridad haces esto?" (la expulsión de los vendedores del templo -M 21, 12-12-), y Jesús a su vez les pregunta si el bautismo de Juan "era del cielo o de los hombres". El evangelio de hoy, precisamente, habla de la respuesta a esa llamada de Juan a la conversión, y todo lo anterior da a entender "la voluntad del padre" (Mt 21,31), en qué consiste "ir a trabajar en su viña". Tienen que ver (entre otras cosas) con la ambición de ser los primeros, que ciega, desata rivalidades y luchas y es estéril, o con la actitud de humildad, entrega y servicio de Jesús. Y la humildad de quien se convierte a Dios, consciente de que es su misericordia la que nos salva. En esa lucidez, los que se saben pecadores (las prostitutas y publicanos que respondieron a la llamada de Juan a la conversión) van delante. 

Y es muy significativo que esta parábola habla de un padre y sus hijos. Eso nos sitúa en una relación de amor y de gratuidad: precisamente la que Jesús nos invita a vivir con Dios. En esta relación se funda también la fraternidad. Desde ahí, es muy interesante que leamos y meditemos la carta de Pablo a los Filipenses (2, 1-11), que invita a evitar rivalidades, egoísmos y discordias, cultivando la humildad, la concordia y generosidad. Y nos pone como modelo a Cristo. Frente a nuestras tentaciones de buscar el propio interés y aferrarnos a cuanto se pueda poseer, el Hijo de Dios ha optado por la humildad, la solidaridad con nosotros, y por amor a nosotros, se ha despojado de todo y se ha entregado hasta una muerte de cruz. Y es precisamente ese camino de amor, entrega y despojamiento ("por eso") el que le hace tener el nombre sobre todo nombre. Pablo nos invita a reconocer y seguir el verdadero señorío de Jesús, que manifiesta la gloria de Dios. 

Hoy el Carmelo Teresiano recuerda también a Sta. Teresa del Niño Jesús (Teresa de Lisieux, también conocida como Sta. Teresita), que nos invita también a descubrir el camino de Dios como un camino de sencillez, de humildad, de gratuidad. Hacernos (o sabernos) pequeños para entrar en el Reino. Situarnos, desde nuestra pequeñez, ante el amor de Dios que nos ama a cada uno gratuita, personal y apasionadamente. 

"Vivir de amor es darse sin medida,
sin reclamar salario aquí en la tierra.
¡Ah, yo me doy sin cuento, bien segura
de que en amor el cálculo no entre!
Lo he dado todo al corazón divino,
que rebosa ternura.
Nada me queda ya... Corro ligera
Ya mi única riqueza es, y será por siempre
¡vivir de amor!"

     Teresa del Niño Jesús

"La sola cosa que nadie envidia es el último lugar. Este último lugar es, pues lo único que no es vanidad y aflicción de espíritu...
  coloquémonos humildemente entre los imperfectos, considerémonos almas pequeñas a las que Dios tiene que sostener a cada instante. Cuando él nos ve profundamente convencidas de nuestra nada, nos tiende la mano…. «Cuando parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene» (Salmo 93). Sí, basta con humillarse, con soportar serenamente las propias imperfecciones. ¡He ahí la verdadera santidad!
Cojámonos de la mano, hermana querida, y corramos al último lugar... Nadie vendrá a disputárnoslo...
“ (Carta a Celina, 7-6-1897)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

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