domingo, 11 de junio de 2023

"El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él" (


Tras terminar el ciclo de la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua, las fiestas de la Trinidad y del Corpus Christi nos ofrecen como una panorámica, una oportunidad de "recapitular" todo lo que hemos ido contemplando y celebrando en estos "tiempos fuertes" del año. El domingo pasado nos acercaba a Dios, tal como se ha revelado en la cruz y la resurrección de Jesús, y en la vida de la comunidad cristiana. La fiesta del Corpus nos invita a crecer en la conciencia de lo que es la Eucaristía, como encuentro con Cristo que nos une a Él (y al Padre y al Espíritu, como hoy alude el Evangelio) y nos une en Él, que sostiene y construye la comunidad cristiana y a cada uno de los que la formamos.

Las palabras de Pablo a los cristianos de Corinto nos recuerdan que la Eucaristía nos une a Cristo, nos hace participar de su vida (su sangre) y a su persona (su cuerpo). En esas breves palabras está condensado todo un camino personal de seguimiento de Cristo. En la Eucaristía, el propio Jesús comparte su vida y su persona con nosotros. Participar en ella significa acoger ese don y cultivarlo. Celebrar la Eucaristía auténticamente nos implica, nos compromete a vivir en comunión con Jesús: a adherirnos a su enseñanza, a su modo de vida, a identificarnos con sus actitudes y sentimientos, con su búsqueda de la voluntad del Padre.... Ese empeño y ese don de Dios nos une a todos los cristianos, y así, aunque somos muchos y diferentes, podemos ir formando un cuerpo. Un "cuerpo", una comunidad que siga haciendo presente hoy, en el mundo, la persona y el mensaje de Jesucristo. Todo esto se ha de ir haciendo realidad en nuestras situaciones y realidades concretas. De hecho, Pablo escribe esa carta a una comunidad tentada por las divisiones, por la idolatría y los vicios de su entorno.

El discurso del Pan de Vida que escuchamos en el Evangelio (y que se tiene, de fondo, la tradición del maná con el que Dios alimentó en el desierto a su pueblo) subraya este "alimentarnos" de Jesús. La insistencia de Jesús en hablar de su carne nos remite al Jesús real, "de carne y hueso" (que diríamos hoy), a sus enseñanzas y su vida, que nos ha transmitido el Evangelio, al Jesús que pasó haciendo el bien, que lloró ante la tumba de su amigo, que también sintió terror y angustia, al que lavó los pies de sus discípulos y se entregó a la muerte, sabiéndose sostenido siempre por el Padre que le ama, al que ofrece una paz diferente de la del mundo y una alegría completa... Su persona y su vida (su carne y su sangre, utilizando la forma de hablar de los hebreos) son verdadero alimento, capaz de saciar nuestra sed.  Alimento que estamos llamados a asimilar: a recibir, meditar, comprender, vivir, incorporar a nuestra forma de vivir... Este camino de asimilación, de identificarnos con Jesús lo vamos haciendo en la vida concreta de cada día y lo celebramos y profundizamos en la Eucaristía. Y nos va uniendo a Jesús con una intimidad que llega a ser parecida a la que une al propio Jesús con el Padre ("como el Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre, el que me come vivirá por mí"), que es participación en su vida. La Eucaristía -unida a una vida en consonancia con lo que celebramos- realiza plenamente nuestro bautismo.

"Pues entendiendo, como he dicho, el buen Jesús cuán dificultosa cosa era esta que ofrece por nosotros (…) no hubiera sino muy poquitos que cumplieran esta palabra, que por nosotros dijo al Padre, de “fiat voluntas tua”. Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene (Jn 13, 1), y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió esta petición: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Señor”. (…) Por ser nosotros tales y tan inclinados a cosas bajas y de tan poco amor y ánimo, que era menester el suyo para despertarnos, y no una vez sino cada día”.  

      “El habernos dado este pan sacratísimo para siempre, su Majestad nos dio el mantenimiento y maná de la humanidad (…) que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma, hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación. No hay necesidad ni trabajo ni persecución que no sea fácil de pasar, si comenzamos a gustar de los suyos”.

Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 33, 1-2; 34,2

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


Jesus Christ, Bread of Life, Those who come tu you will no hunger.
Jesus 
Christ, Risen Lord, Those who trust in you will no thirst.

(Jesucristo, Pan de Vida. Quien viene a ti no tendrá hambre.
Jesucristo, Señor Resucitado. Quien viene a ti no pasará sed) (Jn 6,35).



No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Tras hablarnos de cómo se arraiga el sarmiento en la vid, el Evangelio nos invita a permanecer así en el amor de Jesús. Un amor que es co...