domingo, 7 de mayo de 2023

"Yo soy el camino y la verdad y la vida" (Jn 14, 1-12)


 A lo largo de este tiempo de Cuaresma y Pascua, Jesús se va revelando, y va revelando al Padre. Ese "Yo soy..." conecta con la revelación de Dios a Moisés (Ex 3, 14), y se va desplegando en una serie de palabras-símbolo: luz, agua viva, resurrección, puerta, pastor... Dejar que resuenen en nuestro corazón, meditarlas, nos ayuda a profundizar en nuestra relación con Él, en lo que Él significa para nosotros.

El pasaje del Evangelio que hoy escuchamos se sitúa en la última cena, después de que Jesús haya lavado los pies de los discípulos, haya expresado su mandamiento nuevo ("que, como yo os he amado, así taos améis también vosotros, los unos a los otros", Jn 13,34), y también haya aludido a las negaciones de Pedro. El mismo Jesús que dice "no se turbe vuestro corazón", es el que un momento antes, anunciando la traición de Judas, "se turbó en su interior" (Jn 13, 21). Conoce el miedo, la inseguridad, el desconcierto: el que El mismo siente; el que van a sentir sus discípulos ante su arresto y ejecución en la cruz; el que sentimos nosotros en muchas situaciones. Y como aquel que "va delante" (Jn 10, 4), nos invita a no dejar que esos sentimientos (que no podemos evitar sentir) se instalen en nuestro corazón y nos gobiernen. Nos invita a la fe y la confianza. 

Jesús habla de la vida eterna ("para que donde esté yo, estéis también vosotros"), y la presenta como un estar con El, compartir su vida, que ya se empieza a hacer realidad en esta vida. De alguna manera, la pregunta de Tomás "no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" puede expresar la incertidumbre humana ante esa vida que está más allá de nuestro conocimiento, y sobre cómo nos podemos encaminar hacia ella, podemos ir haciendo experiencia de ella. 

Ante esas preguntas, Jesús mismo se presenta como Camino, Verdad y Vida. Son palabras como diamantes, con muchos sentidos o facetas. De entrada, tienen una referencia muy concreta: ese Jesús que ha lavado los pies, que va a entregar su vida en la cruz, es el camino que hemos de seguir. Ese amor que se hace servicio y entrega es la verdad, y es la vida verdadera. 

Son tres palabras relacionadas entre sí. Jesús -su enseñanza, su persona, su existencia, también su presencia que se nos entrega en la Eucaristía- es una verdad que vamos descubriendo y una vida que se nos comparte en un camino, que vamos haciendo paso a paso. Porque somos incapaces de abarcar toda la verdad, y vivimos la vida en una sucesión de momentos. Jesús es camino (a la vez que guía y meta) que nos va llevando a la verdad y la vida. A la vez, es verdad que ilumina nuestros pasos, que nos ayuda a vivir auténticamente. Y es vitalidad, fuerza, que dan sentido al camino y calor humano a la verdad... En Él vamos descubriendo a Dios, con Él podemos ir también comprendiendo nuestra vida y orientándola a plenitud.  

Estando una vez en oración (...) se me dio a entender una verdad, que es cumplimiento de todas las verdades; entendí el gran bien que hay en no hacer caso de cosa que no sea para llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad. Esto que entendí es darme el Señor a entender que Él es la misma Verdad”.
            Esta Verdad que digo se me dio a entender, es en sí misma Verdad, y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de esta Verdad, como todos los demás amores de este amor, y todas las demás grandezas de esta grandeza; aunque esto va dicho oscuro para la claridad con que a mí el Señor quiso se me diese a entender. ¡Y cómo se ve el poder de esta Majestad, pues en tan breve tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas imprimidas en el alma!
           
Santa Teresa de Jesús, Vida, 40, 1-6

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)



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