sábado, 24 de diciembre de 2022

"El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 1-18)

 

En estos días de tantos mensajes, encuentros, eventos... busquemos un momento para la adoración, para el silencio, que nos ayuden a captar el misterio que celebramos con mas hondura. Una hondura, por otra parte, que no se expresa en pensamientos, sino que toca en silencio nuestro corazón, para irse expresando, encarnando en nuestra vida. 

El Evangelio, anoche, nos hablaba de una luz grande que ilumina al pueblo que habita en tinieblas, de la gracia y salvación de Dios, que hanaparecido en algo tan frágil y pequeño como un recién nacido, que además, no ha encontrado sitio en el pueblo y nace en un establo. 

Las lecturas de hoy ahondan en esto. El Hijo de Dios, la sabiduría eterna que se expresa en el orden del cosmos ("Él sostiene el universo con su palabra poderosa", Heb 1,3), la luz que es vida y alumbra a todo hombre (Jn 1, 3-4.9) se hace "carne": asume la realidad humana, precisamente con cuanto esto significa de debilidad (En la Escritura, el término "carne" expresa la fragilidad e inconsistencia de lo humano). 

Además, "vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron les da poder de hacerse hijos de Dios" (Jn 1, 11). Lo que, por una parte, da razón de que nuestro mundo siga girando tan ajeno a la paz y la luz que Dios ofrece; y por otra, habla del proceso de transformación al que se nos invita, y que va creciendo en nosotros, según nuestro corazón se va abriendo a Él en la fe. Estamos llamados a acogerlo en la carne de nuestra realidad.

Dios asume nuestra realidad. Se hace nuestro hermano. Para que nosotros podamos compartir su vida.

"Yo no puedo tener miedo a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí... ¡Yo lo amo! ¡Pues él es sólo amor y misericordia"
(Última carta de Sta. Teresa del Niño Jesús, dirigida a un misionero)

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

domingo, 18 de diciembre de 2022

"Tu le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará" (Mt 1, 18-24)


 En esta última semana, el Adviento concreta la esperanza en Jesús, el Mesías anunciado desde antiguo (como nos transmite la lectura de Is 7, 10-14), el Hijo de Dios, que nos invita a responder en fe (como nos anuncia Pablo, en el comienzo de la carta a los Romanos. Rom 1, 1-7).

A la vez, esta concreción está llena de misterio. Una y otra vez, las lecturas de hoy aluden a algo que no cabe en palabras, que desborda la mente del profeta y del apóstol.

Mateo nos lleva al nacimiento de Jesús, de la mano de José. Y encontramos de nuevo el desconcierto. Tampoco hay acuerdo, en la tradición. sobre cómo interpretar este pasaje. Muchos piensan que la duda de José ante el embarazo de María es porque no conoce su origen, y se siente engañado. Otros, sin embargo, apuntan que, precisamente, José teme acoger a María "porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo" (Mt 1, 20), y cree que no hay espacio para él en esta historia. Ciertamente, estamos ante un hombre "descolocado", a quien Dios invita a dar un paso adelante sin certezas, en una fe que se ilumina en la oscuridad de la noche, en sueños. Dios invita a José a fiarse sin entenderlo todo, hacerse cargo de esa realidad en la que él no es protagonista, pero es necesario que participe y se entregue: de María, su mujer, que dará a luz un hijo, y ese hijo a quién él pondrá nombre (con lo que eso significa: asumir la paternidad sobre él. Y anunciar el nombre del Hijo de Dios) y que trae la salvación. Y José responde. Como dice el Papa Francisco en la Patris Corde, "su vida espiritual no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge", y que así hace posible la obra de Dios.

En estos últimos días, previos a la Navidad, el Evangelio nos invita también a "situarnos" ante la realidad que nos rodea, a acoger, a ser capaces de hacernos cargo, sin protagonismos ni evasiones... Esta puede ser también una propuesta para vivir esta Navidad sin ser simplemente arrastrados por el torbellino de celebraciones, costumbres y consumo de estos días.

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

domingo, 11 de diciembre de 2022

"¿Eres tú el que ha de venir...?" (Mt 11, 2-11) "El desierto y el yermo se regocijarán..." (Is 35,1-6)

 

En este domingo de Gaudete, las lecturas nos hablan de una alegría misteriosa, que brota insospechadamente, como un desierto que florece.

La esperanza nos abre a la alegría. Una alegría que también viene de más allá de nosotros mismos. Porque esperar es, paradójicamente, abrirse a lo inesperado, a Alguien que siempre es nuevo, que no cabe en nuestros esquemas y en nuestros cálculos.  

En el Evangelio, encontramos a Juan el Bautista, "el mayor entre los nacidos de mujer", el precursor, también desconcertado. Él llamaba a la conversión para preparar el camino al Mesías. Jesús comienza su propia misión con sus mismas palabras: "Convertíos, porque está cerca el Reino de Dios" (Mt 3,2; Mt 4,17). Sin embargo, no trae el juicio riguroso que Juan anunciaba, sino que se presenta con sencillez y gestos de misericordia. Y Juan, como otros hombres de Dios en la Biblia, no se queda a rumiar consigo mismo sus dudas, sino que las plantea en diálogo con Dios. A través de sus discípulos "abre" un hueco en la cárcel que lo aprisiona, para llegar a Jesús y preguntarle: "¿Eres tú el que ha de venir, o hemos de esperar a otro?"

Y Jesús responde con hechos, porque la Palabra de Dios actúa. Más que proclamarse a sí mismo, lo que hace es transmitir Vida. E invita a leer los signos, que anuncian el cumplimiento de las promesas ("Dichoso el que no se escandalice de mí"). Los ciegos ven, porque Él es la Luz del mundo; los sordos oyen, porque Él es la Palabra; los leprosos quedan limpios, porque Él es la Salud, la Salvación; los muertos resucitan, porque Él es la Vida; los pobres son evangelizados, porque Él es la Verdad. Verdad, por otra parte, que es capaz de acoger el que se acerca con corazón de pobre, sin autosuficiencia, dejándose interpelar.

Mientras se encienden las luces de Navidad en las ciudades y avanzan los preparativos para los festejos, el Adviento nos invita, hoy, a otra fuente de alegría, más profunda, más auténtica. Tal vez nos invita a ponernos ante Jesús y decirle también: "¿Eres tú el que ha de venir...?", hablándole de nuestras dudas y desazones, de nuestros vacíos y dificultades. Y ponernos a la escucha. Tal vez nos invita a descubrir a nuestro alrededor sus signos de vida. 

Tal vez, también, esa palabra "¿Eres tú, o tenemos que esperar a otro?" es una palabra para nosotros, seguidores suyos, incorporados a Cristo por el Bautismo, para participar de su misión. Una pregunta que surge desde personas que, a nuestro alrededor, necesitan un gesto de atención o de cariño, una actitud de escucha, una mano que ayude...



jueves, 8 de diciembre de 2022

"Llena de gracia" (Lc 1, 26-38)

 

El Adviento, que nos enseña a esperar, nos ofrece en María un modelo: ella vive en disponibilidad para Dios, atenta para entrar en diálogo con él desde su realidad. Es la llena de gracia, llena de la luz, de la hermosura, del amor de Dios. En su vida se transparenta la acción del Espíritu Santo, sin interferencias.

Y, a la vez, nos ofrece en ella un signo de esperanza. El mal que en sus distintas formas (corrupción, violencia, mentira...) se hace presente en nuestro mundo y contamina cuanto toca, ha sido vencido. Y ella, libre radicalmente de toda corrupción, desde el principio, es signo de esa victoria que trae Jesús. Y de la que también nosotros participaremos.

María, libre de toda soberbia, transparenta, además, la misericordia de Dios hacia todos nosotros. Como escuchamos en la carta de San Pablo, Dios nos acompaña. A través de Cristo nos ha destinado a ser sus hijos, con todo lo que eso implica de libertad, de plenitud de vida. Estamos en camino y Él nos acompaña. Él derrama su gracia sobre cada uno de nosotros. 

Lecturas de hoy (www.ciudadredonda.org)

sábado, 3 de diciembre de 2022

"Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos" (Mt 3, 1-12)


El Adviento nos habla de una esperanza que es fuente de consuelo, como nos apunta san Pablo (Rom 15,4), anuncio de una realidad nueva, con la hermosura que transmite la profecía de Isaías (Is 11, 1-10). Y no se trata de una mera ensoñación poética: Dios viene, y su reinado está cerca, aunque de momento sólo lo veamos parcialmente realizado. 

Por eso mismo, porque esta esperanza es apertura a una realidad, implica un cambio en nuestras vidas. La esperanza nos llama a la conversión. El Reino de Dios está cerca, pero para entrar en él, para que él se haga presente en nuestro mundo, hay un paso que nos corresponde a nosotros. La figura de Juan el Bautista nos habla de esa exigencia de preparar el camino a aquél que viene a nosotros, de remover los obstáculos que impiden que llegue. Y de dar frutos de conversión: no basta con ser creyentes (hijos de Abraham), ni miembros del pueblo escogido, ni con hacer un gesto o participar en un rito.

Juan anuncia ese Reino y apunta a quien vendrá tras Él, con un bautizo de Espíritu Santo. La conversión implica también una actitud de escucha, de disponibilidad para acoger esa realidad nueva que trae el Espíritu, y que (como veremos el próximo domingo) descolocará al propio Juan, que anunciaba un juicio riguroso y encontró un Mesías que refleja la misericordia entrañable de un Padre. 

La segunda lectura, en línea con esa misericordia, nos ofrece una pista de conversión: la acogida mutua, la búsqueda de la concordia, y sugiere el ejemplo de Jesús que se sometió a la ley (incluso la circuncisión), para llevarnos a todos más allá de la ley, al ámbito del amor gratuito de Dios. En estos tiempos, puede ser una propuesta concreta el rebajar crispación, cultivar la acogida y la escucha mutua, acercarnos a personas de nuestro entorno (familiares, por ejemplo) que van quedando alejadas...


  La parábola que hoy escuchamos es considerada el “corazón” del Evangelio de S. Lucas. Y se plantea también en un contexto central. El hech...