Estas palabras resuenan con un acento especial en esa V Jornada Mundial de los Pobres, en la que el Papa Francisco habla de la necesidad de un enfoque diferente de la pobreza (n. 7 de su mensaje para este día), y con ello, de la economía. Una economía que se nos tiende a presentar como una especie de entidad superior a nosotros, con leyes que no tenemos más remedio que acatar, pero que termina manifestando su inconsistencia, porque es obra nuestra, sometida a nuestros miedos y deseos; y por tanto, reformable.
"¿Qué camino de justicia es necesario recorrer para que se
superen las desigualdades sociales y se restablezca la dignidad humana, tantas
veces pisoteada? Un estilo de vida individualista es cómplice en la generación
de pobreza, y a menudo descarga sobre los pobres toda la responsabilidad de su
condición. Sin embargo, la pobreza no es fruto del destino sino consecuencia
del egoísmo. Por lo tanto, es decisivo dar vida a procesos de
desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos, para que
la complementariedad de las competencias y la diversidad de las funciones den
lugar a un recurso común de participación".
El Papa nos llama, en este día, a generar una cultura del compartir, que descubra a los pobres como evangelizadores (Los pobres no pueden ser sólo los que reciben; hay que ponerlos en condiciones de poder dar, porque saben bien cómo corresponder).
"Que la Jornada Mundial de los Pobres, que llega a su
quinta edición, arraigue cada vez más en nuestras Iglesias locales y se abra a
un movimiento de evangelización que en primera instancia salga al encuentro de
los pobres, allí donde estén. No podemos esperar a que llamen a nuestra puerta,
es urgente que vayamos nosotros a encontrarlos"
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