domingo, 4 de octubre de 2020

Es necesario dar fruto (Mt 21, 33-43)



La parábola (o alegoría) que hoy presenta Jesús apunta a la historia de Israel, a la de la humanidad, y a la nuestra. 

Con el estilo esquemático de las parábolas, Jesús traza la historia de Israel, que apedreó y rechazó a los profetas (Mt 23, 37), y terminaría matando al Hijo. Y anuncia algo impensable para ellos: que su pretensión de ser "propietarios" de la promesa, como único pueblo de Dios, es lo que haría que, la perdieran.  

La Iglesia es el nuevo pueblo de Dios. Pero no en sentido excluyente, ni como "propietarios" del Reino de Dios. Somos servidores de ese Reino, llamados a construirlo sobre la piedra angular que es Cristo y su Evangelio, para dar frutos. 

Esta parábola nos interpela a la Iglesia (la Iglesia concreta de cada lugar: de España, de Zaragoza…) y a cada uno de nosotros. Nos llama a preguntarnos por los frutos que da nuestra vida. Frutos según el Evangelio (justicia, misericordia, solidaridad, paz...), que no es lo mismo que resultados. Porque las cosas pueden salir bien o mal por muchos motivos, y Dios no nos pide tener éxito, sino amar. Y el ejemplo de santa Teresita, una vida escondida en clausura, y truncada a los 24 años de edad, pero convertida en faro de luz y esperanza para millones de personas, muestra que la fecundidad de una persona puede ir más allá de lo que se ve. 


“¿Qué aprovecha dar tú a Dios una cosa si él te pide otra? Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas”.

                              San Juan de la Cruz, Dichos de Luz y Amor, 73


“Alguien preguntó a la M. Teresa de Calcuta cómo podía tener éxito en su misión de aliviar el sufrimiento y combatir la soledad. Ella respondió: “no he sido llamada a tener éxito; he sido llamada a ser fiel”, a seguir adelante en el camino trazado en el evangelio".





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