viernes, 3 de abril de 2020

“El Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10, 31-42)




En la discusión de Jesús con las autoridades judías, hoy aparece un nuevo detalle: Jesús fue acusado de blasfemo, no sólo porque se declaraba Hijo de Dios, sino también porque se oponía a un sistema religioso que acentuaba la distancia entre Dios y el hombre. Ese sistema agrandaba la posición del templo y los sacerdotes, como mediadores entre Dios y las gentes; y por otro lado, desligaba la práctica religiosa de la preocupación por las personas. 

La distancia de Dios al hombre es, ciertamente, infinita. Por ejemplo, se nota en lo lejos que están nuestras ideas (nuestra valoración del poder, del tener, del brillar…) de las ideas de Dios (las que vemos en Jesús: amor que es servicio y entrega). Sin embargo, Dios se ha hecho hombre para acercarse a nosotros y compartir nuestra vida. Por eso, todo lo de Dios (y la religión bien entendida) es humanizador. Y todo lo verdaderamente humano nos lleva a Dios. Por eso, la Iglesia es comunidad de hermanos, de hijos de Dios, y sus pastores son servidores de la comunidad.

El Hijo de Dios se ha hecho hombre para hacernos a nosotros hijos de Dios, para divinizarnos, para transmitirnos la vida de Dios. Las obras de Jesús muestran el camino: sanar, liberar, servir, compartir, entregarse… amar.


“Pero porque dijimos que Dios no se sirve de otra cosa sino de amor, (…) su deseo, sólo es de engrandecer al alma. Para sí nada de esto desea, pues no lo ha menester, y así, si de algo se sirve, es de que el alma se engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda engrandecer que igualándola consigo, por eso solamente se sirve de que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada. De donde porque el alma aquí tiene perfecto amor, por eso se llama esposa del Hijo de Dios, lo cual significa igualdad con él, en la cual igualdad de amistad todas las cosas de los dos son comunes a entrambos, como el mismo Esposo lo dijo a sus discípulos, diciendo: Ya os he dicho mis amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he manifestado (Io 15, 15). Dice, pues, la canción:

            Mi alma se ha empleado
            y todo mi caudal en su servicio,
            ya no guardo ganado,
            ni ya tengo otro oficio
            que ya sólo en amar es mi ejercicio”.
(San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual,  28,1)


De madrugada (Brotes de Olivo)


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