domingo, 19 de octubre de 2025

“Orar siempre, sin desfallecer” (Lc 18, 1-8)

 

Auméntanos la fe”. Hace dos semanas, el Evangelio nos dejaba esa palabra de los discípulos. Hoy, habla de la relación de la fe con la oración, y del valor de la perseverancia.

La parábola de Jesús nos presenta  una viuda, (viudas y huérfanos eran la imagen del desvalimiento en Israel): Y un juez, revestido de un poder que usa a su antojo (sin referencia a Dios ni respeto a las personas). Pero que termina cediendo ante la tenacidad de aquella mujer. Al leer esta historia, podemos pensar en tantas personas que sufren injusticias y abusos. Y podemos también recordar historias que conocemos, en las que la perseverancia llega a implantar justicia, a impulsar pequeños pasos adelante en humanidad.

Esas historias nos recuerdan que la esperanza tiene sentido. Pero es preciso mantenernos en ella. Esta parábola conecta con una de las peticiones del Padre nuestro: “no nos dejes caer en la tentación”. Concretamente, en la tentación de sucumbir al cansancio, el desánimo, la desesperanza. La fe está en relación con la oración, que está llamada a ser un diálogo permanente, “día y noche” (cfr. Salmo 1,2), con Dios. Un diálogo que abre a Dios la puerta de nuestro corazón. Y que, de alguna manera que escapa a cálculos y previsiones, le abre la puerta de nuestra vida y de nuestro mundo, para que Él actúe.

Un diálogo que, a nosotros, nos abre los ojos para poder descubrir por dónde brota la obra de Dios, y colaborar con ella. Y nos infunde fuerza, ánimo. La invitación a la perseverancia en la oración y en la fe, hoy conecta con el lema del Domund: “Misioneros de esperanza entre los pueblos”. La Iglesia va sembrando esperanza con el anuncio del Evangelio y con obras que impulsan la justicia y el desarrollo humano y la paz. Gestos que hacen real el amor de Dios y la fraternidad, y que significan vida para personas concretas. Somos parte de esta Iglesia, y estamos llamados a serlo de manera cada vez más consciente y activa: con nuestra labor (también España es territorio de misión), con nuestro apoyo, con nuestra oración. Para ver y seguir el camino que Dios va abriendo en nuestro mundo.





miércoles, 15 de octubre de 2025

Fiesta de Santa Teresa de Jesús

 

Dichoso el corazón enamorado
que en sólo Dios ha puesto el pensamiento
Por el renuncia todo lo criado
y en Él halla su gloria y su contento;
aún de sí mismo vive descuidado,
porque en su Dios está todo su intento,
y así alegre pasa y muy gozoso
las ondas de este mar tempestuoso  

(Sta. Teresa de Jesús)



 


sábado, 11 de octubre de 2025

"Con María, la madre de Jesús" (Hch 1, 14)

 

Una mujer, para alabar a Jesús, ensalza a su madre: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Jesús recibe esta alabanza y la resitúa en lo esencial, que además es aquello que nosotros podemos compartir con María: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”

Con esa orientación podemos leer, de manera más profunda, las otras dos lecturas de hoy. María es como el Arca de la Alianza: ha llevado en su seno a Jesucristo, Dios que se ha unido a la humanidad para siempre. Ella, la que guardaba las palabras de Jesús y las meditaba en su corazón, nos enseña a guardar y vivir esa Alianza, que es fuente de bendición: ¿Qué quiere Dios hacer brotar y crecer en tu vida?

La madre es como una columna que sostiene la familia. Y María, en medio de los apóstoles en oración (Hch 1, 12-14) es el pilar que sostiene y construye la Iglesia. Ella, la llena de gracia, anima la oración de los discípulos: oración que abre el corazón para recibir el Espíritu Santo. Ella nos enseña a orar para escuchar la Palabra de Dios y abrir camino para que esa Palabra se cumpla: para que complete su obra renovadora en cada uno de nosotros; y a través de nosotros, en el mundo. María, que llevó en sus entrañas al Hijo de Dios, lo amamantó y cuidó, lo vio crecer, nos ayuda y nos enseña a hacer sitio en nuestra realidad a Dios, a facilitar que su Palabra y su Amor crezcan en nosotros y den fruto. Para que crezcamos “a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef 4, 13)

La tradición nos presenta a María, en Zaragoza, alentando al apóstol Santiago en su predicación del Evangelio. Ella nos anima hoy a continuar en esta misión: ofrecer la Vida y la Palabra de Dios al mundo. 

 

Virgen Santa del Pilar:
aumenta nuestra fe,
consolida nuestra esperanza,
aviva nuestra caridad.

Socorre a los que padecen desgracias,
a los que sufren soledad, ignorancia, hambre o falta de trabajo.

Fortalece a los débiles en la fe.
Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una entrega plena a Dios.

Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres y mujeres.

Y asiste maternalmente, oh María,
a cuantos te invocan como Patrona de la Hispanidad.

(S. Juan Pablo II)


Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


domingo, 5 de octubre de 2025

“Auméntanos la fe” (Lc 17, 5-10)

 

Podemos hacer nuestra esta petición de los discípulos

Ellos veb las obras de Jesús, su portentosa capacidad de sembrar vida, que él vincula con la fe (“tu fe te ha salvado”: Lc 7, 50; Mc 10 52…). Por otra parte, escuchan sus enseñanzas, a menudo sorprendentes: sus advertencias sobre las riquezas, su llamada a poner el Reinado de Dios por encima de todo, a perdonar siempre... Y las noticias del mundo, con frecuencia, ponen a prueba la confianza en la justicia, en la posibilidad de vivir en paz como constata el profeta Habacuc. “Hace falta fe” para seguir a Jesús.

Jesús reconduce esta petición. “Auméntanos la fe”, podría parecer una cuestión de cantidad. Pero no se trata (por ejemplo) de convicción ciega, ni de fundamentalismo, ni de una confianza ingenua en que “todo va a ir bien”, ni de dejar de tener los pies en el suelo… Jesús incide en el “cómo” de la fe.

Y propone una fe unida a la humildad. Como un grano de mostaza, "la más pequeña de todas las semillas" (Mt 13, 31-32). "Pequeña" para no sentirse superior a otros (como le pasaba a los fariseos, y a muchos más). Una fe despojada de pretensiones y de exigencias, como el sencillo sirviente de la parábola (la expresión que se ha traducido como “siervos inútiles”, parece referirse sobre todo a “siervos sin pretensiones”). Una fe como semilla: capaz de echar raíces en el corazón y en la vida, con perseverancia, para ir abriéndose camino, para crecer y dar fruto. Una fe que no tiene todas las respuestas, pero tiende sus ramas para acoger. Una fe laboriosa, paciente, que sabe esperar y servir. Como Jesús.

Esa fe humilde nos hace capaces de “tomar parte en los trabajos (tareas y padecimientos) del Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios” (2 Tim 1,8) con un espíritu “de fortaleza, de amor y de templanza”. Paradójicamente, esa fe que no busca efectos es capaz de obrar maravillas, como “plantar en el mar” un sicómoro o morera. La imagen del sicómoro alude a Israel y su fe. Tal vez habla de esa fe que arrancando de aquella tierra iba a expandirse por el mar y arraigar en otros pueblos.

 Esa confianza humilde, que nos lleva más allá de nosotros mismos, enriquece nuestra vida, le da sentido y plenitud: “el justo vivirá por su fe” (Habacuc, 2,4).



Lecturas de hoy (www.dominicos.org)

  “ Auméntanos la fe ”. Hace dos semanas, el Evangelio nos dejaba esa palabra de los discípulos. Hoy, habla de la relación de la fe con la o...