sábado, 16 de septiembre de 2023

"¿Cuántas veces tengo que perdonarlo?" (Mt 18, 21-35)

 

El domingo pasado, escuchábamos parte del discurso de Jesús sobre la comunidad. En ellas se enmarcan las palabras de hoy, sobre el perdón. Todo grupo humano está formado por personas imperfectas, débiles que fallan, y sólo puede crear unos lazos profundos y sólidos contando con el perdón. De ahí la pregunta de Pedro. 

La respuesta de Jesús destaca cómo el perdón tiene referencia a Dios. La propuesta de Pedro era generosa, dentro de lo razonable (y también tenía un trasfondo bíblico, pues es el libro de los Proverbios quien dice que "el justo cae siete veces, y vuelve a levantarse", Prov 24 16). La respuesta de Jesús propone una actitud incondicional, total, que es la del amor ("el amor perdona sin límites" 1 Cor 13, 7). Y, con la parábola que escuchamos, la pone en relación con Dios. Uno de los elementos que destacan es la desmesura: la deuda entre el siervo y el rey era desmedida, imposible entre un siervo y un rey de este mundo, e imposible de saldar, aunque el criado intentara prometer lo contrario. Lo que salvaba a aquel siervo era la compasión de ese rey que se conmueve y le perdona todo. Una piedad que él no supo acoger y vivir. 

Es fácil darnos cuenta de que nosotros somos ese criado, con una deuda infinita ante Dios, no sólo por nuestros pecados, sino porque todo lo hemos recibido de Él. Una deuda que está llamada a ser experiencia de su misericordia, de su amor desmedido, como comprendió aquella mujer que se echó a los pies de Jesús llorando (Lc 7, 47). 

En una vida que, inevitablemente, recibe heridas, el perdón es el camino hacia la paz. Y es el camino hacia Dios. La comunidad cristiana es lugar de la presencia de Dios ("allí estoy yo en medio de ellos"), porque es comunidad  de personas que perdonan. Por eso es  transmisora de su reconciliación ("lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo")

"No puedo yo creer que alma que tan junto llega de la misma misericordia adonde conoce la que es y lo mucho que le ha perdonado Dios, deje de perdonar luego con toda facilidad y quede allanada en quedar muy bien con quien la injurió; porque tiene presente el regalo y merced que le ha hecho, adonde vio señales de grande amor, y alégrase se le ofrezca en qué le mostrar alguno".
 Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 36, 11



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