lunes, 7 de diciembre de 2020

"Llena de gracia" (Lc 1, 26-38). La Inmaculada

 

En este tiempo de Adviento, la fiesta de la Inmaculada Concepción de María nos ofrece una clave de esperanza: es posible liberarnos del mal. La gracia y la bendición son lo más original en nuestras vidas, y son también nuestra vocación.

A veces, podemos tener la impresión de que el mal contamina y corrompe todo. La cultura actual tiende a extender y repetir esa idea, que genera desánimo y da pie a justificar diversas formas de corrupción y mediocridad. 

Pero al contemplar a María, la llena de gracia, libre, desde el principio, de toda corrupción y malicia, descubrimos el proyecto de Dios, que es de gracia y liberación para toda la humanidad. Tomamos conciencia de que Dios, desde el principio (antes de la creación del mundo), nos ha bendecido a través de su Hijo, y nos ha llamado a ser santos, a ser sus hijos, para vivir plenamente (Ef. 1, 3-6.11-12). El ha puesto en cada persona, en cada alma, una hermosura y una capacidad inmensas. Y la obra del Espíritu -la gracia-, liberando y restaurando esa hermosura. 

La figura de María, nuestra madre, nos inspira para abrir nuestras vidas a la obra del Espíritu, con esa disponibilidad del "Hágase en mí" que escuchamos hoy en el Evangelio. El anuncio del ángel también nos dice a nosotros: "¡Alégrate!"

"...considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas (Jn 14, 2); que, si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice él tiene sus deleites (Prov 8, 31). Pues, ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza (Gen 1, 26)"
                                Santa Teresa de Jesús. Moradas I, 1,1

Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.

Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.

Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.

Decir tu nombre, María,
es decirte Toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.

        Pedro Casaldáliga


Lecturas de hoy (www.vaticannews.va) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  El Evangelio habla hoy a través de contrastes. En primer lugar, contrasta el miedo de los discípulos para preguntar a Jesús, con la dedica...