A la hora de nona será el momento en el que Jesús va a pronunciar
la famosa frase del salmo 22: "Dios
mío, Dios mío para qué me has abandonado". Jesús la pronuncia en
arameo. Estas palabras han dado pie a numerosas interpretaciones. Muchos han supuesto simplemente que Jesús murió recitando el
salmo 22. Otros han visto en estas palabras un grito de desesperación. Pero
esto no hace justicia al texto, pues esas palabras son el inicio del un salmo
en el que al final quien las pronuncia en momentos de abandono se abre a una
gran confianza en Dios. Sin duda alguna, Marcos quiere decir que Jesús ha
muerto con el espíritu del salmo 22 (…)
Con esas palabras
algunos piensan que Jesús llamaba a Elías. En efecto, en el versículo 11 se lee
Elí atha: mi Dios, tú. Esta expresión pronunciada por un moribundo
crucificado pudo sonar en los oídos de algunos Elyah tha, en arameo, que
ciertamente significa Elías ven. Jesús recitaría el salmo en hebreo y Marcos
nos da la fórmula aramea; pero se refiere sólo al comienzo del salmo porque era
como el título del mismo.
Pudo recitar todo el salmo, pero lo que llamó la
atención a los oyentes fue este versículo, o mejor las palabras de este
versículo a las que nos hemos referido. Estas palabras de suma confianza
vienen a continuación de aquellas otras: "Desde el vientre de mi madre". El versículo 11 dice así:
"A ti me confiaron al salir del
seno, desde el vientre materno tú eres mi Dios". Todo el versículo
está lleno de ternura. Se alude dos veces al seno y se hace relación a la
madre. Desde este punto de vista podemos decir que Jesús murió con el Abbá en
los labios. El salmista recuerda que desde la infancia y aun antes Yahvé ha
sido su Dios.
Las primeras
palabras hacen alusión al abandono. Quizás Marcos nos quiera decir que a ese
abandono tan tremendo Jesús respondió con un supremo grito de confianza
pronunciando el Abbá.
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