miércoles, 25 de diciembre de 2024

"El Verbo de hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 1-18; Lc 2, 1-14)

 

En esta fiesta de la Natividad del Señor, podemos leer el Evangelio de la Misa del día (Jn 1, 1-18) junto con el de la Misa del Gallo (Lc 2, 1-14). Lucas relata el nacimiento de Jesús como hecho histórico (aunque con muchos elementos teológicos). Juan nos asoma a verlo “desde dentro”, desde su significado.

En cierto sentido, lo cuenta también desde el “final” de esta historia: “hemos contemplado su gloria: gloria como del Hijo único del Padre”. Los que fueron testigos de la vida y la muerte de Jesús y se encontraron con Él resucitado, han experimentado y saben que es el Hijo único de Dios, “lleno de gracia y de verdad”.

Lo que nos acerca al misterio asombroso. Ese niño que no sabe hablar es Dios, que “sostiene el universo con su palabra poderosa” (Heb 1, 1-6), en él está, escondida, la sabiduría que rige el orden del Cosmos. Ese pequeño indefenso, necesitado de todo, es el Hijo, que asume nuestra carne, nuestra realidad débil y limitada. El mismo que vemos en un pesebre y nace sometido a las leyes humanas (como aquel censo), nos salvará también desde la debilidad y pobreza de la cruz. Dios se encarna en nuestra realidad, con todo lo que tiene de limitación y debilidad, para salvarnos “desde dentro”.

Y nos plantea un reto: acogerle. Pues, como pasó en Belén, “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Somos invitados a acoger a Dios en nuestra realidad, con cuanto tiene de ambigüedad, de fragilidad y limitación. Es así que Él podrá iluminar, fortalecer, sanear, abrir horizontes en ella. Y esta acogida pasa por los que nos encontramos en nuestro camino. Él, al nacer, se ha hecho nuestro hermano, y nos hace hermanos a todos.

A cuantos lo recibieron, les dio poder para ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre”. No es un título honorífico. Es un proceso de transformación de nuestra realidad, que somos invitados a ir viviendo.

Lecturas de hoy (www.dominicos.org)


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