viernes, 2 de abril de 2021

"Todo se ha cumplido" (Jn 18,1-19,42)

 

A la hora de nona será el momento en el que Jesús va a pro­nunciar la famosa frase del salmo 22: "Dios mío, Dios mío para qué me has abandonado". Jesús la pronuncia en arameo. Estas palabras han dado pie a numerosas interpretaciones. Muchos han supuesto simplemente que Jesús murió recitando el salmo 22. Otros han visto en estas palabras un grito de desesperación. Pero esto no hace justicia al texto, pues esas palabras son el ini­cio del un salmo en el que al final quien las pronuncia en momentos de abandono se abre a una gran confianza en Dios. Sin duda alguna, Marcos quiere decir que Jesús ha muerto con el espíritu del salmo 22 (…)

 Con esas palabras algunos piensan que Jesús llamaba a Elías. En efecto, en el versículo 11 se lee Elí atha: mi Dios, tú. Esta expresión pronunciada por un moribundo crucificado pudo sonar en los oídos de algunos Elyah tha, en arameo, que ciertamente significa Elías ven. Jesús recitaría el salmo en hebreo y Marcos nos da la fórmula aramea; pero se refiere sólo al comienzo del salmo porque era como el título del mismo. 

 Pudo recitar todo el salmo, pero lo que llamó la atención a los oyentes fue este versículo, o mejor las palabras de este versículo a las que nos hemos referi­do. Estas palabras de suma confianza vienen a continuación de aquellas otras: "Desde el vientre de mi madre". El versículo 11 dice así: "A ti me confiaron al salir del seno, desde el vientre materno tú eres mi Dios". Todo el versículo está lleno de ternu­ra. Se alude dos veces al seno y se hace relación a la madre. Des­de este punto de vista podemos decir que Jesús murió con el Abbá en los labios. El salmista recuerda que desde la infancia y aun antes Yahvé ha sido su Dios.

 Las primeras palabras hacen alusión al abandono. Quizás Marcos nos quiera decir que a ese abandono tan tremendo Jesús respondió con un supremo grito de confianza pronunciando el Abbá.

             (Secundino Castro, El sorprendente Jesús de Marcos)


    Un pastorcico solo está penado,
ajeno de placer y de contento
y en su pastora puesto el pensamiento
y el pecho del amor muy lastimado.

    No llora por haberle amor llagado,
que no le pena vese así afligido,
aunque en el corazón está herido,
mas llora por pensar que está olvidado.

    Que sólo de pensar que está olvidado
de su bella pastora, con gran pena
se deja maltratar en tierra ajena,
el pecho del amor muy lastimado.

     Y dice el pastorcico: “¡ay, desdichado
de aquel que de mi amor ha hecho ausencia
y no quiere gozar la mi presencia
y el pecho por su amor muy lastimado.

    Y a cabo de un gran rato se ha encumbrado
sobre un árbol, do abrió sus brazos bellos
y muerto se ha quedado asido dellos,
el pecho del amor muy lastimado.

San Juan de la Cruz


Lecturas de hoy (www.vaticannews.va)

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