sábado, 26 de julio de 2025

“Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1-13)

 

Los discípulos comienzan a intuir que, para seguir a Jesús, no sólo han de escuchar sus enseñanzas y llevarlas a la práctica. Para comprender su palabra y para poder vivirla, es necesario que el corazón se renueve: se abra a otra perspectiva, sane heridas y desviaciones… encuentre esa misma fuente de vida en la que Jesús está enraizado.

Porque la fuerza sanadora de Jesús, la sabiduría de su palabra, la libertad y paz con que se mueve, tienen relación con los momentos que pasa en oración, a solas con el Padre (alguna vez, la noche entera: Lc 6,11. También Lc 3,20; 5,16; 9; 9, 18.28; 22,41; 23,46…). Jesús vive siempre en referencia al Abbá, y es en Él en quien encuentra su fuerza, su gozo, su paz.

Y Jesús enseña esta plegaria (transmitida por Lucas de forma algo más simplificada que Mateo). Que es suya: el Padre Nuestro nos conecta con la propia oración y vida de Jesús. A lo largo del Evangelio lo vemos perdonar, hacer presente el Reinado de Dios (que es salud, paz, alegría, reconciliación…), repartir el pan… y llamar a Dios Abbá. La oración del Padre Nuestro nos introduce en esa relación fundamental de Jesús con el Padre. Relación que es posible, porque el bautismo nos ha unido a Cristo, para que podamos participar de su vida (la carta a los Colosenses habla, precisamente, de cómo el bautismo nos une profunda y definitivamente con Jesús).

Vale la pena meditar las palabras y las actitudes del Padre Nuestro. Decía San Cipriano de Cartago (siglo III) que esta plegaria "a manera de compendio, nos ofrece una enseñanza completa de todo lo que hemos de pedir en nuestras oraciones". Encontramos en ella todo un itinerario espiritual.

Lucas transmite aquí, además, otra enseñanza de Jesús: la invitación a la perseverancia confiada, porque Dios escucha nuestra oración (como decimos hoy con el Salmo 137). Así, se nos invita a pedir, buscar, llamar. Sabiendo, por otra parte, que la oración, como toda nuestra relación con Dios, es misterio. No es un rito mágico, con el que se consigue automáticamente lo que se pide, sino una relación que cultivamos con Dios, en la que Él, sobre todo, nos da su Espíritu. Ese Espíritu que crea caminos nuevos, que renueva... que se manifiesta en todo lo que Jesús hace.

"¿Qué haré para tener la vida?" (Lc 10,25). El Evangelio profundiza en aquella cuestión que escuchábamos hace dos semanas: para saber concretar el amor a Dios y al prójimo, nos hacemos discípulos de Jesús. Y aprendemos a orar con Él. Aprendemos así, también, que la oración que va unida a la vida. El Padre nuestro también nos invita a preguntarnos cómo vivimos cada una de las realidades que en él pedimos: el Reinado de Dios en nuestra vida, el perdón, su voluntad, su amor de Padre…

"...entender lo mucho que pedimos cuando decimos esta oración evangelical (…) encierra en sí todo el camino espiritual, desde el principio hasta engolfar dios el alma y darla abundosamente a beber de la fuente de agua viva".

Teresa de Jesús, Camino de Perfección, 42,5




sábado, 19 de julio de 2025

“Una sola es necesaria” (Lc 10, 38-42)

 

El pasaje evangélico de Marta y María sigue a la parábola del “Buen Samaritano”  (“haz tú lo mismo”, Lc 10, 25-37). De algún modo, tiene también, de fondo, la pregunta "¿qué he de hacer...?"

Nos habla de la hospitalidad, al igual que la lectura del Génesis (que ha inspirado el Icono de la Trinidad de Rublev). Abraham acoge, en la figura de aquellos tres misteriosos visitantes, a Dios mismo, que le trae la promesa de la fecundidad. Y esto nos invita a reflexionar en nuestro mundo, con toda la realidad actual de refugiados y emigrantes. ¿Cómo cultivamos la hospitalidad? ¿Cómo acojo al otro (al que llega de lejos, y también al que vive a mi lado?.

Marta acoge en su casa a Jesús, que vive en camino (y antes ha enviado así a los discípulos, como predicadores itinerantes, que se dejan acoger). Jesús recibe esta hospitalidad (es también significativo que se hospeda en casa de una mujer). Y la trata con afecto y confianza.

María da un paso más: “sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra”. Esta expresión tiene un significado preciso: hacerse discípulo (como se ve cuando Pablo afirma haber sido instruido en la Ley "a los pies de Gamaliel", Hch 22, 3). Sin embargo, la Ley prohibía a las mujeres ser discípulas de un rabino. Tal vez por eso, a la misma Marta le parecería que el afán de su hermana era imposible, y que era mejor que "le echara una mano". Pero Jesús afirma que eso que ha escogido "no se le va a quitar”: Él sí la admite como seguidora.

Y es que eso es lo esencial, “la parte mejor”: ser discípulos de Jesús. Es lo que da sentido a todo lo demás: a la acción y a la oración, a la participación en la comunidad y la vida cotidiana.

Con el salmo, nos preguntábamos quién puede "hospedarse en la tienda de Dios". Él nos invita a acogerlo como Maestro. Como María, ser sus discípulos, y escucharlo: en medio de nuestros quehaceres, y buscando también momentos para el silencio.

 "cuando el alma está en este estado, nunca dejan de obrar casi juntas Marta y María; porque en lo activo, y que parece exterior, obra lo interior, y, cuando las obras activas salen de esta raíz, son admirables y olorosísimas flores; porque proceden de este árbol de amor de Dios y por solo él, sin ningún interés propio, y extiéndese el olor de estas flores para aprovechar a muchos, y es olor que dura, no para presto, sino que hace gran operación".
          Teresa de Jesús, Meditaciones sobre los Cantares, 7, 3



sábado, 12 de julio de 2025

¿Qué tengo que hacer…?” (Lc 10, 25-37)

 

"¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Ante esa cuestión clave (para cualquiera de nosotros), Jesús invita una respuesta personal, desde la Palabra de Dios: ¿Cómo la lees? Porque podemos, por nosotros mismos, comprender lo esencial: "Amarás al Señor tu Dios..." y "a tu prójimo como a ti mismo".

El doctor de la ley insiste. En su mente legalista, la pregunta significaría "¿hasta qué grado de cercanía, puedo considerar a alguien como prójimo?" (¿los de mi familia, mi tribu, mi nación, mi raza...?). Jesús, entonces, le invita a mirar con una perspectiva diferente, y le propone una situación vital, la de una persona herida al borde del camino, necesitada de ayuda. De hecho, nos invita, al final, a identificarnos con ese hombre herido ("¿cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?"). 

Nos invita a despojarnos de etiquetas, para ver en verdad. El levita y el sacerdote vieron el riesgo de contraer impureza al tocar a alguien que podría ya estar muerto, y pasaron de largo. El samaritano (gente, por cierto “etiquetada” como infiel y enemiga) mira sin prejuicios, y ve verdaderamente a ese hombre. Por eso sabe responder como Dios pide.

"Este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable" (Dt  30, 11). Para responder a lo que Dios nos pide, para descubrir los caminos que él nos ofrece, lo más importante es abrir los ojos, ver la realidad. 

Aunque eso también implica un camino, porque nuestra mirada, muchas veces, está condicionada por prejuicios, por miedos, por intereses... Necesitamos acercarnos a Jesús ("El primero en todo, en quien reside toda la plenitud, el que reconcilió todo", como dice Pablo en la carta a los colosenses 1, 15-20) para que nos ayude a salir de nuestros encasillamientos y mirar con otra perspectiva, desde la misericordia y el amor.





domingo, 6 de julio de 2025

“¡Poneos en camino!” “El reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lc 10,1-12.17-20)

 

Retomamos hoy el “hilo” de los domingos del año C (que habíamos dejado en marzo). Lucas nos sitúa ya en el camino a Jerusalén, en el que coloca gran parte de las enseñanzas de Jesús. Es el camino hacia la cruz aludida también por Pablo en la carta a los Gálatas, que escuchamos. La entrega de la vida de Jesús, que conduce a la Vida Nueva, es la referencia, el “marco” de todas esas enseñanzas.

Jesús, que antes había enviado a los Doce (Lc 9), envía “otros setenta y dos”. El número hace referencia al de los pueblos de la tierra (Gn 10). También tiene sentido comunitario: ya no son sólo los Doce, sino también los demás discípulos. Además, irán “de dos en dos”: la misión es compartida, y eso hace posible el apoyo mutuo, y también la complementariedad, para anunciar el Evangelio en su amplitud y riqueza.

Jesús advierte de la dificultad: “os envío como corderos en medio de lobos”. Sorprendentemente, la forma de afrontarla no será “blindarse”, sino hacerse al estilo del Maestro, seguir al Pastor. Las instrucciones de Jesús subrayan la sencillez, la gratuidad para compartir (recibir la acogida y ofrecer lo que llevan) la paz (incluso ante el posible rechazo), la dedicación total (sin detenerse a saludar a nadie por el camino, a atender otras visitas o intereses personales). Y los gestos sanadores. Y la confianza, porque “el reino de Dios ha llegado a vosotros”. Esa confianza está también en la perspectiva de la misión (que nos interpela a nosotros): aunque nuestro tiempo parezca estéril, “la mies es abundante” (¿tal vez tenemos que descubrirla, que mirar de otra manera?).

Involucrados en la misión, los discípulos experimentan la victoria sobre el mal (“hasta los demonios se nos someten”), los signos del Reino, de la acción de Dios (esa que anuncia Isaías en la primera lectura). Y algo más: ellos se van introduciendo en la vida nueva de Jesús. Por eso “vuestros nombres están inscritos en los cielos”. A ello se refiere Pablo, en el final de la carta a los Gálatas que hoy escuchamos. Lo que cuenta no es el cumplimiento de normas o signos externos (circuncisión, etc), sino la transformación interior, el irnos convirtiendo en nuevas criaturas, al estilo de Jesús, con toda la radicalidad de la cruz: la entrega, el amor incondicional y gratuito de Dios. Pablo, que en los versículos anteriores ha referido múltiples motivos para gloriarse (su linaje y práctica judía, su labor evangelizadora, as dificultades sufridas, sus experiencias místicas…), no quiere otra gloria sino la de Jesús, la de su vida entregada por amor.

“¡Poneos en camino!” Un cristiano no es un simple “adepto”, una especie de “consumidor” de una religión. Es alguien llamado a convertirse en criatura nueva, y la misión forma parte de ese camino. Al involucrarnos en intentar hacer presente el Evangelio, vamos comprendiendo y viviendo lo que significa. Ello puede ser en formas sencillas, en medio de lo cotidiano.

¿Dónde y cómo me envía Jesús hoy?


sábado, 5 de julio de 2025

Vivir una experiencia de silencio y oración, de espiritualidad

 

El verano puede ser ocasión para oxigenar el espíritu, para vivir una experiencia de silencio, de retiro, de encuentro más profundo con Dios y contigo mismo.

Los Carmelitas Descalzos tenemos varias casas, en España, que se ofrecen como lugares de oración, silencio, cercanía y acogida. Cada una tiene su propia personalidad y propuesta: desde la vida contemplativa en Batuecas hasta los cursos de espiritualidad que se ofrecen en varias casas, además de tandas de ejercicios espirituales y otras iniciativas.

En la web https://contemplarlavida.com/ puedes encontrar estas casas y estas propuestas.

  En la Eucaristía, escuchamos hoy este relato evangélico, con Jesús a la mesa, hablando del Reino de Dios como un banquete, una mesa compar...