sábado, 12 de julio de 2025

¿Qué tengo que hacer…?” (Lc 10, 25-37)

 

"¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Ante esa cuestión clave (para cualquiera de nosotros), Jesús invita una respuesta personal, desde la Palabra de Dios: ¿Cómo la lees? Porque podemos, por nosotros mismos, comprender lo esencial: "Amarás al Señor tu Dios..." y "a tu prójimo como a ti mismo".

El doctor de la ley insiste. En su mente legalista, la pregunta significaría "¿hasta qué grado de cercanía, puedo considerar a alguien como prójimo?" (¿los de mi familia, mi tribu, mi nación, mi raza...?). Jesús, entonces, le invita a mirar con una perspectiva diferente, y le propone una situación vital, la de una persona herida al borde del camino, necesitada de ayuda. De hecho, nos invita, al final, a identificarnos con ese hombre herido ("¿cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?"). 

Nos invita a despojarnos de etiquetas, para ver en verdad. El levita y el sacerdote vieron el riesgo de contraer impureza al tocar a alguien que podría ya estar muerto, y pasaron de largo. El samaritano (gente, por cierto “etiquetada” como infiel y enemiga) mira sin prejuicios, y ve verdaderamente a ese hombre. Por eso sabe responder como Dios pide.

"Este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable" (Dt  30, 11). Para responder a lo que Dios nos pide, para descubrir los caminos que él nos ofrece, lo más importante es abrir los ojos, ver la realidad. 

Aunque eso también implica un camino, porque nuestra mirada, muchas veces, está condicionada por prejuicios, por miedos, por intereses... Necesitamos acercarnos a Jesús ("El primero en todo, en quien reside toda la plenitud, el que reconcilió todo", como dice Pablo en la carta a los colosenses 1, 15-20) para que nos ayude a salir de nuestros encasillamientos y mirar con otra perspectiva, desde la misericordia y el amor.





domingo, 6 de julio de 2025

“¡Poneos en camino!” “El reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lc 10,1-12.17-20)

 

Retomamos hoy el “hilo” de los domingos del año C (que habíamos dejado en marzo). Lucas nos sitúa ya en el camino a Jerusalén, en el que coloca gran parte de las enseñanzas de Jesús. Es el camino hacia la cruz aludida también por Pablo en la carta a los Gálatas, que escuchamos. La entrega de la vida de Jesús, que conduce a la Vida Nueva, es la referencia, el “marco” de todas esas enseñanzas.

Jesús, que antes había enviado a los Doce (Lc 9), envía “otros setenta y dos”. El número hace referencia al de los pueblos de la tierra (Gn 10). También tiene sentido comunitario: ya no son sólo los Doce, sino también los demás discípulos. Además, irán “de dos en dos”: la misión es compartida, y eso hace posible el apoyo mutuo, y también la complementariedad, para anunciar el Evangelio en su amplitud y riqueza.

Jesús advierte de la dificultad: “os envío como corderos en medio de lobos”. Sorprendentemente, la forma de afrontarla no será “blindarse”, sino hacerse al estilo del Maestro, seguir al Pastor. Las instrucciones de Jesús subrayan la sencillez, la gratuidad para compartir (recibir la acogida y ofrecer lo que llevan) la paz (incluso ante el posible rechazo), la dedicación total (sin detenerse a saludar a nadie por el camino, a atender otras visitas o intereses personales). Y los gestos sanadores. Y la confianza, porque “el reino de Dios ha llegado a vosotros”. Esa confianza está también en la perspectiva de la misión (que nos interpela a nosotros): aunque nuestro tiempo parezca estéril, “la mies es abundante” (¿tal vez tenemos que descubrirla, que mirar de otra manera?).

Involucrados en la misión, los discípulos experimentan la victoria sobre el mal (“hasta los demonios se nos someten”), los signos del Reino, de la acción de Dios (esa que anuncia Isaías en la primera lectura). Y algo más: ellos se van introduciendo en la vida nueva de Jesús. Por eso “vuestros nombres están inscritos en los cielos”. A ello se refiere Pablo, en el final de la carta a los Gálatas que hoy escuchamos. Lo que cuenta no es el cumplimiento de normas o signos externos (circuncisión, etc), sino la transformación interior, el irnos convirtiendo en nuevas criaturas, al estilo de Jesús, con toda la radicalidad de la cruz: la entrega, el amor incondicional y gratuito de Dios. Pablo, que en los versículos anteriores ha referido múltiples motivos para gloriarse (su linaje y práctica judía, su labor evangelizadora, as dificultades sufridas, sus experiencias místicas…), no quiere otra gloria sino la de Jesús, la de su vida entregada por amor.

“¡Poneos en camino!” Un cristiano no es un simple “adepto”, una especie de “consumidor” de una religión. Es alguien llamado a convertirse en criatura nueva, y la misión forma parte de ese camino. Al involucrarnos en intentar hacer presente el Evangelio, vamos comprendiendo y viviendo lo que significa. Ello puede ser en formas sencillas, en medio de lo cotidiano.

¿Dónde y cómo me envía Jesús hoy?


sábado, 5 de julio de 2025

Vivir una experiencia de silencio y oración, de espiritualidad

 

El verano puede ser ocasión para oxigenar el espíritu, para vivir una experiencia de silencio, de retiro, de encuentro más profundo con Dios y contigo mismo.

Los Carmelitas Descalzos tenemos varias casas, en España, que se ofrecen como lugares de oración, silencio, cercanía y acogida. Cada una tiene su propia personalidad y propuesta: desde la vida contemplativa en Batuecas hasta los cursos de espiritualidad que se ofrecen en varias casas, además de tandas de ejercicios espirituales y otras iniciativas.

En la web https://contemplarlavida.com/ puedes encontrar estas casas y estas propuestas.

  "¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? " Ante esa cuestión clave (para cualquiera de nosotros), Jesús invita una res...